jueves, 10 de julio de 2008

Inexperiencias Traumáticas: "Al Doctor"

Cuando tenía seis o siete años, jugaba con mi vecinita Marcela. Marcela y Marcelo. Que lindos.
Éramos inseparables y estábamos todo el tiempo juntos. Marcela vivía exactamente al lado de mi casa, en Ituzaingó; ciudad de la que soy oriundo. Nos gustaba tanto estar juntos que una noche o una tarde nuestros padres no nos dejaron salir a jugar y lloramos cada uno en su habitación desconsoladamente, durante horas.
Un día golpee las manos para llamarla y salió a atenderme su prima. Vivían todos juntos en dos casas construidas una atrás de la otra, muy italiano todo. No recuerdo ya su nombre, digámosle Miriam. Esta chica Miriam era mucho más grande que yo. Tendría unos 16 o 17 años.
“Marcela no está”, me dice Miriam. Tenia una voz grave y tranquila. Medio blusera, si se quiere.
“Uh… ¿sabes cuando viene?”
“No. En un rato. Fue con mi mamá a la feria”
Mi cara de desilusión debe haber sido muy notoria, porque Miriam se acercó hasta la puerta, sacó el pasador y me dijo:
“¿No querés entrar? Hice Vascolet”
“Pero, ¿y Marcela cuando viene?”
“No se, tardaran un rato. ¿Entras?”
“Si”.
Imaginate que todo esto sucedió cuando tenía seis años así que los recuerdos los tengo bastante fragmentados, pero de alguna manera terminamos sentados en el piso viendo Telejuegos. Cuando bebí el último sorbo de Vascolet y se terminaron los dibujitos, me aburrí de mirar televisión
“¿Jugamos a algo?” pregunte con mi tierna e ingenua voz de infante de seis años.
“Dale. ¿A que queres jugar?
“¡En mi casa tengo los rasti! ¿Los traigo?” Tenía muchas ganas de hacer un tren largo. Una vez había hecho uno re largo que llegaba desde mi cama hasta la puerta.
“Y pero tenes que ir y por ahí viene Marcela”
Tenía razón. Me quede pensativo por un instante, tratando de darle una vuelta de rosca a la disyuntiva. En ese momento Miriam preguntó entusiasmada: “¿Y si jugamos al doctor?”
Ahi nomas pense que esta mina era muy alta para jugar al doctor. Pero Marcela no estaba. En mi casa estaban los perros y los gatos de mi mamá. Ya había estado revoleando gatos, tomándolos de la cola y lanzándolos por el aire desde el mediodía, ni daba jugar a eso de nuevo.
“Bueno dale. ¡Yo soy el doctor, cante pri! ¡Ah, calenchu calenchu!” Decía mientras me incorporaba y saltaba de la alegría porque iba a ser el doctor.
“Bueno está bien. Vos sos el doctor y yo soy la señora que viene porque se siente mal” dijo Miriam.
“Si. Dale. Hola señora, yo soy el doctor” Trataba de poner lvoz mas grave, de doctor.
“Hola, doctor. Me siento mal” (me parece que actuaba como Betina O Conell.
”Venga. La voy a curar. Pongase acá” Señale el piso, donde yo ya había visualizado una camilla. .
Miriam se acostó en el piso siguiendo mis órdenes, no sin antes tomar un almohadoncito del sillón para apoyar su cabeza.
“Bueno señora, ahora la voy a revisar y la voy curar” Mientras decía esto, maniobraba mi estetoscopio invisible y le escuchaba el pulso en los brazos y la cabeza. Miriam se dejaba revisar y me miraba. Seguí escuchando con mi estetoscopio invisible y se lo puse en la garganta. Después en el plexo solar. Después en la panza. Miriam me tocó la mano. Decididamente, no me resultó agradable el contacto físico con esta señora:
“Ahí no me duele nada”, aclaró Miriam sin apartar su mirada de la mía.
“¡Dígame donde se siente mal porque sino va a estar enferma mas o menos hasta para siempre!”
“Me duele un poquito acá…”
Se levanto la pollera. No tenía bombacha. Tampoco tenía pito. Lo que tenía era un tajo peludo.
¡Esa es la concha!
Había escuchado ya algo de la concha. Algo sobre que la concha era de verdad y que era una rayita que las minas tenían adelante. A tu mamá se le abría la concha como un elástico y salías vos de ahí. Por eso si decías “la concha de tu madre” era por la parte esa de adelante.
Y ahora la había visto en vivo. Estaba ahí. ¡Tenía pelos! Esta chica si que es rara.
Miriam inspeccionaba mis ojos para comprobar cual era el grado de impacto que había logrado tener en mi y con su voz grave susurro: “Tocamela…”
Esa palabra sonó como desde la dimensión desconocida y en cámara lenta. Algo no estaba bien, desde ya. Ella no se tendría que haber levantado la pollera. ¿Por qué no? No se. A Marcela le sale mas lindo jugar al doctor. Con un hilo de voz conteste:
“Señora, ud esta enferma. Yo le voy a dar un jarabe…”
“Marce…” Con un brazo acomodó el almohadón bajo su cabeza y me repitió: “Tocamela…”
Nervios. Nervios. Nervios. Blanco. La película llega hasta ahí.
No recuerdo volver a haber jugado con ella a nada. Si recuerdo, mucho tiempo después, tal vez un año o dos, entrar a su pieza porque pensé que estaba Marcela; Miriam estaba con una amiga que le decía: “Si boluda, parece que se te abre todo como si fueras a hacer caca. A mi prima le dolió un poco”.
Cerré la puerta.

Las veces que conté esta historia, siempre algún pelotudo dice “Ah ves Marce, por eso sos puto, porque te pegaste un susto de concha”. Comentario que suele venir de varones heterosexuales, como es de esperar.
No creo haber contado esto nunca cuando era chico a nadie. A mi vieja definitivamente no porque sino no hubiera sido tan simpática siempre con Miriam, calculo. Son cosas que uno olvida y recuerda cuando ya no importan.

Hasta el día de hoy, no volví a ver otra concha desde tan cerca.

5 comentarios:

matutesf dijo...

la mente de los niños y sus recuerdos...ahora la llamamos resilencia, pero definitivamente fue un susto de concha y madre...

Unknown dijo...

La verdad que no.

Martin dijo...

Siete años?!

Que problemas los de Miriam

Urzio Tipote dijo...

La puta!
A mi nunca me pasaron esas cosas de chico...
ojo! tal vez me salve de algun trauma.
Che! Muchas gracias por la visita y la buena onda, hace mucho que no actualizo prometo encontrar mi musa y subir algo bueno.
Espero poder leer algun guion o alguna obra o algo que tengas aparte del blog, que ya me lo lei de arriba pa bajo.
Suerte y denuevo gracias
Juan

Marcelo dijo...

Gracias por pasar Juan. Mira no tengo ninguna otra cosa escrita para que leas porque antes del blog no
había escrito nada. Pero pasate cuando gustes

Gracias!

Marce