miércoles, 16 de julio de 2008

El Kohinoor

Cuando era chiquito iba a la colonia. Si, la colonia. Ese lugar donde te hacen hacer mil boludeces cuando lo único que vos querés es estar en la pileta. No iba porque me interesara sino porque mi vieja trabajaba y en algún lugar me tenía que quedar. La colonia era en un club en Castelar (barrio de zona oeste lleno de gente que hace poco tiene dinero).
No tenía amiguitos porque yo era un nene anteojudo, raro y pobre; la clase de nene que la gente de Castelar prefería tener lejos de sus hijos. Encima, hijo de esa mina soltera. Una atorranta, sin lugar a duda. No hablaba con nadie, solamente leía libros de la colección Robin Hood y dibujaba. Un pelotudito automarginado, digamos.

En la hora del almuerzo, yo siempre compraba la comida en el buffett y mi mamá cuando me iba a buscar les pagaba lo que yo había consumido. Como en ese fragmento de mi vida yo era tan introvertido y tan raro, había algunos nenes que se aprovechaban de eso. “Che, Marce. ¿Vamos a comprar fiado al buffett?” Y se ve que yo como quería que sean mis amiguitos les decía “Bueno, vamos”.
La cuestión es que mi mamá terminó pagando el almuerzo de varios chicos. O sea, de varios chicos de Castelar. Estos chicos no necesitaban que nadie les pague el almuerzo, pero la viveza criolla viene en los genes, no es solo de los adultos.
Mi mamá hablo con la vieja del buffett y le explicó la situación. Acordaron que solamente me vendería a mi y que se fijaría que no haya buitres merodeando en el momento de la venta.
A los chicos que eran mis "amigos", no les gustó para nada este cambio de tesitura y automáticamente dejaron de hablarme. Recuerdo que había uno de ellos que era un gordo con corte Carlitos Balá (aunque creo que todos teníamos ese corte), y era el mas mala onda de todos. A la misma vez, dado su exagerado sobrepeso, era el mas torpe y cada vez que hacían alguna maldad y querían escapar de la escena del crímen, el siempre se patinaba y se caía. Que idiota que era, por dios.

Una tarde que esperaba a que mi mamá me venga a buscar, la panza me hacia un ruido terrible. Tenía mucho hambre y no tenía dinero para comprar nada (tenia seis años, ¿que querés?) y el buffet ya había cerrado. En la puerta del club estaba el gordito con corte Balá comiéndose un enorme pebete de queso, tomate y alguna otra mierda.
Lo ví y casi me convierto en Gollum.
“¿Me convidas un pedacito?” Le pregunte al gordo, suponiendo que me iba a convidar ya que yo siempre le compraba comida.
“Rajá de acá, enano. Comprate” Dijo el gordo con la boca llena de sanguche, mostrándome su contenido cual visor de lavarropas. No podía creer que el gordo me había contestado eso. Yo era bueno con el, ¿por qué estaba siendo tan malo conmigo?
Me quede ahí sentado en la puerta del club con mi mochilita de Mickey. El gordo seguía tragando y tragando. Hacía ruido. Se deleitaba en el sanguche que el se estaba comiendo y que yo estaba deseando. Cuando terminó se chupeteó los dedos grasulientos. Yo lo miraba a los ojos fijamente con una mirada muy parecida a la del perrito de Hush Puppies (hacía arriba porque el gordo era mas alto que yo).
“¿Qué mirás? ¿Te debo?” Preguntó el gordo con el resto de sanguche que estaba masticando.
Calmo y sereno, deje mi mochila en el piso y con toda la fuerza que podía ser capaz mi diminuto cuerpo de seis años de descargar, catapulté mi puño hacia su prominente barriga y le di la única piña que di jamas a alguien en toda mi vida.
Fue un éxito rotundo. El gordo no solo escupió el resto de su sanguche, sino que se doblaba sobre su barriga y se erguía como si estuviera haciendo reverencias y agradeciendo aplausos. Pero su descolocada cara pecosa me decía que el momento estaba lejos de ser placentero.
En seguida vinieron unos adultos en su auxilio y cuando lograron que pare de agradecer aplausos y ergirlo, la cara del gordo se puso palida y de su boca salió una gran catarata de vómito. Me hizo acordar a la chica del Exorcista.
Mientras sucedía esto mi mamá llegaba a buscarme, y nos alejabamos de la escena mientras el gordo bañaba a todos los que lo rodeaban en su ensanguchado vómito.

No se si el gordo vomitó por mi golpe, o por la vergüenza que le debe haber dado que un enano como yo lo haya dejado knock out. Creo que por lo segundo.
Ya sabes: No jodas con un nene que habla poco. Te puede dar una sorpresa.

8 comentarios:

me.- dijo...

jajaja perfecto :)
ojalá hubiese dado un par de piñas cuando era pendeja


aunque...

Anónimo dijo...

ME paso este blog una amiga y me meto todos los dias. che sos muy divertido cuando vas a hacer un libro ?

Anónimo dijo...

Te dejo un comentario en este porque es el último pero hace rato que estoy leyendo. Buenísimo, mi ciela! Ah! Me olvidaba, señora, le quedaron algunas de esas muestras de barro para la cara? Jaja! Bso.

Anónimo dijo...

El kohinoor es el kohinoooooor poderoso el chiquitin!!! ;)

Ajá dijo...

Yo también iba a la colonia de chica, y los recuerdos que tengo no son de lo más alegres. Tengo uno imborrable: en un campamento, volví sorpresivamente a mi carpa y una guacha muy turra estaba saltando con sus zapatillas, a propósito y ensañada, sobre mi bolsa de dormir.Con un odio... como si pisoteando la bolsa estuviera pisotéandome a mí. Esa mina era una fea resentida que me odiaba porque yo era linda y buenita. La gente mala, cuando es chica, es mucho más mala. Pero soy de las que creen que, al final, la vida les pega algunas trompadas, como la que le pegaste vos al gordo ese... ¿Che, y si lo buscamos en facebook para ver si adelgazó o si sigue siendo un gordo pedorro?

matutesf dijo...

UPS!!!! El gordito era Yo!!!

Marcelo dijo...

No! vos sos el gordo chancho empachado jaaaaaaaaaaaaaa
besos

Jonathan dijo...

jajajj buenisimo!!!