viernes, 14 de noviembre de 2008

El País En Colectivo

Muchas veces durante mi vida huí de mi casa. La razón siempre era la misma: mi vieja me limaba el coco. Es una de las personas más buenas que conozco, pero también una de las más conflictivas.
Obviamente, huir fue la opción por la que opté gracias a una idea que mi madre instaló en mi cabeza. Te explico:
Cuando era pendejo y hacia travesuras, a mi vieja le agarraban unos ataques de ira tan grandes que me daba las palizas del siglo. Hoy en día, cuando yo le echo en cara sus métodos poco pedagógicos de crianza, ella se escuda diciendo que todos los padres les pegan a los hijos para que aprendan a comportarse. Yo le digo que es mentira, que no todos los padres les pegan a sus hijos, y que los que lo hacen, es solamente porque tienen bronca y se descargan en alguien que no tiene el tamaño ni la fuerza como para defenderse.

Nunca aprendí a transitar el camino de la rectitud. En cambio, cada vez me portaba peor. Un día, mi vieja incorporó otro método de enseñanza que fue echarme de mi casa. La primera vez sucedió cuando yo era bastante pequeño. No me acuerdo cual fue mi fechoría, pero si que una noche mi mamá estaba enojadísima. Me dijo que ya no era más mi madre, así que en vez de decirle “Mamá” tenía que decirle “Señora”. Después me dijo que me preparara un bolsito porque al otro día me iba a ir de casa. ¡BLUM!
Pasó la noche entera. Yo no podía dormir pensando que al otro día me iba a convertir en un homeless. Hasta ese momento, no me había alejado por mi propia cuenta más de una o dos cuadras de mi casa. El mundo entero llegaba hasta la esquina.
A la mañana siguiente, mi mamá vino hasta mi pieza y me despertó. Me dijo que ya hora de que me fuera. Yo agarré una campera y me fui. Llegué hasta la esquina y pensé: “Y ahora ¿qué?”. Era claro que ya no tenía casa y que tenía que seguir caminando, pero como nunca había cruzado solo, di la vuelta a la manzana. Luego de dar una vuelta completa, vi que mi mamá salió a buscarme como loca por la calle. Me agarró de los hombros y con lágrimas en los ojos me preguntó:
“¡Dios mío! ¿Donde estabas?”
“Y... me fui.”
“¡Si! Pero, ¿por qué?!”
“Porque me dijiste...”
“¡Si, pero no era en serio! ¡Era para que aprendas! ¡Ay, Dios mío, vos me vas a matar de un disgusto! ¡Hasta que no me veas en un cajón no vas a parar!”
Así que ahora estaba enojada porque había aceptado el castigo que me tocaba y lo había llevado a cabo. Como podrás ver, nunca nos entendimos demasiado.

Con el pasar de los años, las expulsiones de mi hogar eran cada vez más frecuentes. Siempre terminaban de la misma manera: mi vieja buscándome por todos lados como loca. Cuando me encontraba me decía que si seguía así pronto iba a lograr el objetivo de mi existencia en esta tierra que era verla muerta.
Un buen día, ya no fue necesario que ella me eche.
Una amiga de mi mamá con su novio, me llevaron a la rural a ver una exposición sobre las provincias argentinas, su cultura, desarrollo y folclore. Tenía un nombre esta exposición porque se hacía todos los años, pero no me lo acuerdo. No tenía entusiasmo por la feria en sí porque era demasiado chico como para que algo de eso me atraiga, pero me divertía mucho ir de excursión con Adriana porque me hacía reír y la quería mucho. Además, nosotros vivíamos en Ituzaingó, venir a capital siempre era la experiencia extrasensorial del siglo.
Cuando llegamos a la rural y vi la exposición me quedé encantado con todas las cosas que me rodeaban. Cada provincia tenía un stand. Cada stand estaba pintorescamente decorado con fotos, productos regionales, elementos autóctonos. Te daban ganas de irte a visitar cada provincia. Con el correr de las horas empecé a fantasear con qué lindo sería si pudiera realmente estar en esos lugares, ver algo significativo de la gente y su cultura y vivir la aventura de mi vida.
Cuando salimos de la rural ya había tomado la determinación de que ese viaje se iba a concretar, solamente era cuestión de esperar el momento oportuno. Como mi vieja se enoja por cualquier boludez, esa oportunidad no iba a tardar en llegar. Ni bien se enojará, ya tenía un objetivo más divertido que irme a dar vueltas por Ituzaingó.
Incluso, había decidido que toda la travesía iba a ser realizada en colectivo. Pero no me refiero al omnibus de larga distancia, sino al colectivo de línea (60, 168, 152). Había sacado la siguiente conclusión; si yo me subía a un colectivo y seguía abordo hasta el final de su recorrido, seguramente cuando bajaba iba a encontrarme con otros colectivos que iban hasta otros destinos y así sucesivamente. De esa manera iba a poder recorrer el país entero y las provincias en colectivo, de una manera económica y al alcance de mi mano.
Como era de esperar, un par de días más tarde mi vieja se enojó. Creo que era por algo que yo había perdido, no recuerdo bien. No se porque motivo, esta vez no me echó (¡puta madre!). Se ve que había entendido que con esto tampoco me portaba bien. Este cambio no me importó. Armé un morral con un pulover, un paquete de galletitas y un cuaderno (curiosa elección de objetos para llevar a un viaje). Luego, redacte una nota que decía algo más o menos asi:

Mami:
Estás muy enojada y yo no se donde puse lo que perdí. Me voy de casa. No me busques porque no me vas a encontrar. Yo voy a estar bien. En una bolsa me llevo todo lo necesario para sobrevivir. ( ? )

Un beso

Marcelo

Chocho de la vida, metí el dinero que mi mamá me daba para ir al colegio en el bolsillo de mi morral y partí rumbo a la aventura. Esta vez, me fui caminando hasta la estación de Ituzaingó donde me tomé el tren a Plaza Once. Una vez en Once, elegí aleatoriamente un colectivo (que resultó ser el 68) y me bajé en la rural. Quería entrar a la exposición una vez más para decidir que provincia iba a ser la primera en recibir mi visita.
Resultó ser que no me dejaban entrar porque era muy chico y tenía que ir con un acompañante. Maldición. ¡Qué desilusionado me sentí! No había pensado en que el problema de mi poca edad iba a cerrarme la puerta tan rápido.
Durante la tarde me agarró hambre. Había comido el paquete de galletitas durante mi viaje desde Ituzaingó hasta Palermo, y se me habían terminado las provisiones. Me compré un par de cosas para comer y de repente ya casi no tenía más dinero. Se ve que en el morral no llevaba “todo lo necesario para sobrevivir” como yo pensaba.
Caminé y caminé. Todos los proyectos e ilusiones se estaban yendo por la borda. Estaba anocheciendo y tenía frío. Estaba cansado. De repente caí en la cuenta de lo lejos y solo que estaba. Por primera vez en varios días, extrañaba a mi mamá.

Me fui hasta Puente Pacifico, porque tenía una ex-compañerita del jardín que vivía por ahí. Se llamaba Marilú. De vez en cuando iba a visitarla, entonces me acordaba de la dirección.
Me recibió su mamá, extrañadísima de ver a este niñito que vivía en Ituzaingó, sólo, a estas horas de la noche, por Puente Pacifico. Mi amiguita no estaba, se había ido unos días a la casa de la tía. Sus padres me dieron de comer y me dijeron que podía dormir en la cama de ella.
En esa época nosotros no teníamos teléfono, así que nuestros llamados los atendía una vieja del barrio que se llamaba “Doña Amparo”. De alguna manera la mamá de mi amiga se puso en contacto con Doña Amparo, y ella con mi vieja. Mientras yo estaba recostado en la cama de Marilú, entra su mamá y me dice:
“Marcelo, te está buscando la policía por todos lados...”
“¿Mi mamá me va a pegar?”, pregunté con voz de boludito.
“No creo. Te va a venir a buscar mañana a la mañana”
A la mañana siguiente mi mamá me fue a buscar. Tenía una cara de sepultura que me dio un miedo bárbaro. Ambas madres conversaron un rato largo. Yo mientras jugaba con el hermanito de mi amiga. Creo que la mamá de Marilú tenía ganas de mandarle una asistente social a mi vieja para ver que carajo era lo que me había hecho como para que yo me escape de mi casa.
Cuando estábamos en la parada del colectivo, mi mamá no me gritó, ni me pegó. Tampoco me dijo que mi propósito en la vida era verla muerta. Simplemente, se arrodilló adelante mío y me dijo mirándome a los ojos: “Nunca más vuelvas a hacer esto”

Hoy en día, cuando pienso en aquella mañana, creo que esa frase que dijo no fue para mi, sino para ella. En los años venideros yo volví a escaparme mil veces.

Ella, sin embargo, nunca más me volvió a echar.


jueves, 6 de noviembre de 2008

Chiquitamente Grande

Es tan tarde en la madrugada que ni siquiera me voy a gastar en mirar el reloj. En unos instantes comenzará el amanecer porque ya estoy escuchando los pajaritos de mierda esos que madrugan para jodernos la vida a los noctámbulos. Sin embargo, sigo acá despierto.

He tenido razones para vivir insomnios tortuosos. Generalmente eran preocupaciones o tristezas. Hoy, el motivo es nuevo. Estoy despierto- por propia decisión -gracias a un agradable bienestar. La sensación interna es bastante similar a la que se siente con una pastilla de éxtasis, solo que natural y sin que se me desfigure la cara ni me intoxique.
Mi razón de desvelo es Martín. Mi chico.
Estoy viéndolo dormir. Tengo que reconocer que es la primera vez que lo hago, ya que antes de hoy me parecía una boludez. También se me hacía que era algo digno de un psicópata asesino.

Hace un poco más de un mes, decidí experimentar como era ir a bailar un domingo a la tarde a Club One. Afuera llovía como la gran puta. Todos mis amigos estaban haciendo algo aburrido. Estaba solo. Era ese día o nunca. Hablé con un par de conocidos que me habían dicho que iban a ir y me largué a la aventura.
Sorprendentemente, adentro de la discoteca era una noche increíble. Tremendo quilombo de música, luces y gente saltando como resortes. Parecía la fiesta del fin del mundo. Baile con mis conocidos y me cagué de risa un poco.
El recuerdo está bastante nublado, pero en un momento estaba bailando con mi gente y terminé bailando con desconocidos. Cerca mío veo un desconocidito moviéndose como loco. Me llamó la atención lo pequeños que eran sus rasgos y su cuerpo. Si bien era un poco mas bajo que yo, todas sus proporciones eran chiquitas. Le sonreí y él me devolvió la sonrisa. Una sonrisa muy simpática. Nos pusimos a hablar y de alguna forma terminamos besándonos. Luego de muchas horas de charlar y bailar, nos fuimos a su casa.
Te la resumo para no aburrirte: desde entonces, casi no nos hemos separado. Así nomas.
Sin planear y sin pensar demasiado. Algo de lo más fluido que debo haber hecho en los últimos años. Una semana más tarde, en el mismo lugar donde nos habíamos conocido, le pregunté si quería ser mi novio (chapado a la antigua, lo sé, pero que se le va hacer, soy un romántico). El aceptó.
Ahora me encuentro viviendo una historia inesperada. Desde que me separé de mi anterior pareja en el año 2004 hasta la fecha, conocí muchos hombres. Todos vinieron de diferentes fuentes: boliches, bares, chats, facebook, por la calle. Todos, sin excepción, fueron una desilusión, de alguna manera u otra. El día que me encontré a mi mismo diciendo esa frase tan cliché “ya no hay hombres”, la vida puso en mi camino a un pequeño hombrecito que encierra a una gran persona.
Con Martín, todo ha sido radicalmente diferente a lo que había vivido hasta ahora. Y esta es la parte en la que se me mezclan un poco las ideas, pero voy a tratar de decirlo de la mejor manera:
Dentro de este enano (así es como le digo yo, cariñosamente) hay una inmensa ternura. Tiene una gran necesidad de amar y ser amado, y lo más lindo de esto es que no intenta esconderlo ni disimularlo.

Me hizo descubrir una nueva sexualidad. Martín no es la clase de hombre que me atraía físicamente. Me gustaban los hombres más altos y corpulentos. Decía que para petiso ya estaba yo. Sin embargo, con él la sensualidad pasa por otro lado. Es por eso que cada día que pasa lo encuentro más atractivo, cuando en el pasado solía ser al revés.
Conocía de memoria la frase “hacer el amor” y me parecía tan grasa como decir “si no te tengo, no puedo ver el sol”. Lo loco es que con él esta frase me suena bien. Nuestra sexualidad no puede entrar en la misma categoría que una película porno o un polvo casual. No estoy diciendo que el sexo casual sea malo, es bueno para lo que es. Solo digo que son dos cosas diferentes. Es como tomar coca cola y tomar cerveza. Ambas me resultan agradables, pero tienen un sabor totalmente opuesto y un fin bastante desencontrado.
Martín no tiene un cuerpo atlético ni una musculatura demasiado desarrollada. Se que a él le gustaría que su cuerpo fuese diferente. Pero lo que no sabe es que su cuerpo es muy lindo porque habla de él, está hecho a la medida de su personalidad, es el reflejo de su alma. Eso es lo que hace que cuando lo tengo cerca se me alboroten las hormonas.

Es una persona transparente, no tiene necesidad de esconder nada. Habla de lo que siente y lo que le pasa sin preocuparse por lo que voy a pensar de él. No hay histeria, no hay falsedad, no hay vanidad.

Martín ha vivido y mucho. Es un sobreviviente. Ha atravesado cosas que a mi me hubieran dejado en un manicomio de por vida y, sin embargo, no deja entrever ni un rastro de amargura o resentimiento. Es la clase de persona que con cada caída se hace más fuerte. Se abrió camino atravesando mucha basura, para terminar su recorrido tan limpio como cuando era un niño.

Martín y yo somos extremadamente mimosos y cariñosos. Nos cuesta mucho despegarnos. Hace poquito tiempo me dijo que estaba enamorado de mi. Si bien esta declaración me conmovió, le pregunté porque, cuál era la razón. Él solo me contestó: “Por lo lindo que sos conmigo”
Me quedé pensando en esto un largo rato. ¿Puede ser que alguien se enamore de otra persona solo porque recibe mimos y cariño? ¿No hace falta algo más? Yo soy una persona tan complicada y rebuscada por momentos, que me parece que para llegar a estar enamorado de mi se requiere mucha paciencia. Pero pensandolo mejor, creo que Martín tiene todo el concepto un poco más claro que yo.
Como dije en la introducción de mi post “Besar Un Alma”, me cuesta mucho entender que es el amor. Creo que es algo muy difícil de explicar con palabras. ¿De donde sale? ¿Como nace? ¿Como se crea?

Quizás el amor pueda crearse de la nada. Quizás no tenga que existir una pieza fundamental para ese amor. John Cameron Mitchell dice en su película Hedwig and The Angry Inch: “Honestamente, creo que el amor es inmortal, porque el amor crea algo que antes no existía”. Quizás de eso se trate todo. Quizás no hay una razón para amar a alguien. Quizás la razón es que no hay razón, y por eso es algo tan difícil de concebir. Entre Martín y yo se creó algo totalmente único e irrepetible. Algo que se gesta a partir de su alma y la mía. Puede ser que por eso no haya una real definición.

Esta noche, miro de vez en cuando a mi enano dormir y pienso que soy una persona muy afortunada. Él buscaba alguien como yo pero no lo encontraba. Creo que yo buscaba una persona como él, pero siempre terminaba con la gente equivocada. Lo notable es que a esta altura de mi vida, en la cual pensaba que había vivido y visto casi todo, encontré una persona que me sorprende con las cosas más simples. Y la simpleza, a mi forma de ver, es lo más difícil de alcanzar.

Vivo junto a Martín algo que me cuesta explicar, pero que a la vez no necesita palabras.
Creo que eso, en definitiva, es amor.

martes, 4 de noviembre de 2008

Contacto

Después de haber recibido varios mensajes y comentarios de diferente gente preguntándome cuando iba a actualizar el blog, decidí dejar una breve nota para quien suela frecuentar mi página.
No me morí. No me secuestraron. No rompí la compu. No me cansé de escribir. No perdí interés en esta vía de comunicación en absoluto.
La realidad es que estuvieron pasando cosas en mi vida que cautivaron mi total atención. A eso sumemosle que estoy trabajando en un proyecto que se lleva gran parte de mis horas y mi energía.
Sucede también algo que tiene que ver con mi propia necesidad de expresión, que es la razón principal por la que comencé el blog: Me gusta escribir con honestidad. Siempre que cuento algo es porque en ese momento tengo la cabeza en ese tema.
Bien. Mi cabeza está ahora en algo que todavía no puedo compartir. Pero se que voy a poder muy pronto, en estos días. Y cuando ese momento llegue, va a ser un placer poder compartirlo con vos.

Estoy muy agradecido por tu interés

Nos vemos

Marce