viernes, 12 de septiembre de 2008

Chiro (Parte 4)

Para entender esta historia necesitas leer las partes anteriores. Podés encontrarlas luego de este post, o todas juntas haciendo click aquí

Esa fue mi última noche de virginidad.
Bueno... por lo menos lo era para la zona de mi cuerpo que rellenaba el calzoncillo. El resto de mí, hacía un tiempo ya que había dejado de serlo. Por esta única vez, no voy a entrar en detalles, solamente quiero señalar que finalmente entendimos donde tenían que ir las cosas y como lograr que se produzcan. Es verdad que uno no necesita maestro para esto. Se aprende solo.
Debo decir que la experiencia fue similar a la que tuvo Jim Carrey en Truman Show cuando abre la puerta del cielo falso, y sale al mundo real. Desde lo que nosotros llamábamos “tener sexo”, hasta ese entonces, a lo que hicimos en el terreno de la vuelta, calculo que habría por lo menos seis o siete planteas de distancia.

Durante el resto de las vacaciones nos convertimos en dos maniáticos sexuales insaciables. Era casi lo único que nos importaba. Cualquier excusa era buena para pasar por la casa del otro y sacarse la calentura: pasear al perro, ir a hacer los mandados, sacar la basura, etc. Si Chiro venía de ver a “su novia”, quien no dejaba que él le haga ni si quiera un octavo de lo que yo le hacía, nuestro sexo era multipolvico. Las veces que yo le preguntaba sobre su chica y la relación que tenían, el siempre encontraba la forma de evadirse y la mayoría de las veces terminaba usando su frase de cabecera: “Marce, coger es de machos”.

Durante esas vacaciones nunca tuvimos sexo en mi casa. Yo estaba siempre temeroso de que mi mamá nos volviera a pescar in fraganti, entonces trataba de que nuestros encuentros sucedieran en otros lugares. De vez en cuando se ponía pesado y me pedía que entráramos porque le gustaba mucho usar la cama. Yo me negaba rotundamente, y finalmente se iba, pero ya no pateaba piedritas ni se ponía a llorar. Había comprendido que de esa forma se alejaba aún más de su objetivo, y ademas estaba un poquito más grande.
Un día volvíamos de la inauguración de una pizzería cerca de la estación, que por ser su día de apertura te regalaban porciones de pizza gratis. Cuando llegamos a la puerta de mi casa me pregunta:
“¿Está tu vieja?”
“Boludo, ¿no te cansas de preguntarme siempre lo mismo? Ya sabés como son las cosas”
“Entramos un momento nada mas. Un ratito. Te prometo que esta vez es un ratito solo, y cuando vos digas, cortamos”
Me estaba entregando el poder en bandeja.
“¿Y cuando tengamos que cortar no vas a empezar a ponerte loco como siempre?”
Esbozó una sonrisa y metió una mano por adentro de mi remera:
“Ahora me estoy poniendo loquito...”
Me olvidaba que esa era la razón por la que aveces no le abría la puerta. Su poder de persuasión verbal no tenía tanto éxito por si solo, pero cuando me tocaba, todo se iba a la mierda.
“¡Pará! Nos van a ver. Dale, entremos”.
Ese fue nuestro último encuentro sexual esas vacaciones de invierno. Nos despedimos por lo menos tres veces esa tarde. Cuando terminó todo nuestro desenfreno estábamos realmente cansados. Yo sabía que mi vieja no iba a volver hasta la noche porque estaba trabajando, así que no tenía apuro por echarlo. Mientras acomodaba mi pieza y me vestía, él me miraba desde la cama, acariciándose la panza. Cuando me miraba con esa sonrisa de costado, sin decir nada, me ponía nervioso. Sabía que su cabeza estaba trabajando. Sabía estaba pensando cosas y sacando conclusiones, pero nunca decía nada. Siempre se guardaba todo.
“¿Por qué coges conmigo, Marce?”, preguntó finalmente.
La pregunta me agarró desprevenido. Nunca hablábamos de porque hacíamos lo que hacíamos, solamente lo hacíamos.
“No se...”, era obvio que la pregunta me había puesto nervioso, y el lo notó. “Por lo mismo que vos coges conmigo”.
Volvió a sonreír y se puso a inspeccionar el techo, mientras pensaba en que otra cosa para incomodarme podía preguntar.
“A vos no te van las minas ni un poco.” Y esa no fue una pregunta.
“¿Qué?”
“Eso. A vos te gustan solamente los pibes. Eso de que te gustan las minas es mentira.”
“¿Y a vos entonces? Recién nos echamos tres polvos.”
“Pero es re distinto, vieja. A mi me van las minas, pero es difícil cogértelas. Dan muchas vueltas. Les tenés que hacer la cabeza, llevarlas a pasear. Yo la quiero poner. Con esta mina hace como dos meses que nos estamos viendo y todavía ni le pude tocar las tetas”, en ese momento se paró y empezó a dar vuelta su ropa para vestirse. “Con vos la paso muy bien. Ademas, cada vez que estoy caliente te vengo a buscar y vos siempre querés. Si tuvieras concha serías la novia ideal”

Le hubiera reventado el cráneo con un palo de amasar.

Lo odiaba. Lo odiaba porque el podía estar con una mina y tener una erección. Lo odiaba porque había logrado que me pusiera nervioso. Lo odiaba porque no podía ser mas rápido que él. Lo odiaba porque él había descubierto mi debilidad, y ya no había vuelta atrás. Lo odiaba porque mientras lo odiaba, le hubiera sacado la ropa y me hubiera echado un cuarto polvo.
“Vos no sabes lo que hago por ahí. No estás todo el tiempo para verme con minas”.
No se como no me dio miedo que las paredes se caigan de la vergüenza. ¡Por Dios! ¿De dónde sacaste que ibas a poder mentir tan mal y salir triunfante de la situación! Obviamente, Chiro se cagó de risa como si le hubiera contado algún chiste racista.
“¡Marce, dale! Si sos solamente puto, no pasa nada. ¡Viejita!”
Ese viejita me estaba cansando, y en este momento particularmente, estaba de muy mal humor.
“No me digas viejita, ¿estamos?”.
“Qué chabón mas raro que sos, ¿sabías?”
No quería darle el gusto de ver mi cara de orto entonces terminé de vestirme y me puse la campera para salir. Abrí el cajón de mi mesa de luz, saqué unos guantes y... ¿y la plata? La plata no estaba. Cuando llegamos estaba porque me había dejado el cajón abierto y se asomaba el fajito por debajo de los guantes... pero ahora no estaba.
“Chiro... acá había guita hasta hace un rato”. Me miró sin decir nada, como esperando a que yo dijera algo más.
“¿Y a mi qué me decís? ¿Yo qué tengo que ver?”, se hacía el sorprendido como si no entendiera.
“Y si boludo, tenés mucho que ver, porque si veo una cosa acá y al ratito cuando vuelvo a mirar, no está y somos solo dos personas... ”
“Mirá si te voy a sacar la guita, Marce. ¿Como estás de atacado boludo hoy eh? ¿Tanto te jodió que te diga que sos puto, vieja?”
Ese vieja fue la gota que rebalsó el vaso. Le di un empujón que le hizo darse la espalda fuerte contra la pared. El golpe resonó en toda la habitación.
“¡Chorro de mierda, devolveme la guita!¿Sentiste? Y si soy puto, ¿cual es? Que yo sepa acá estuvimos cogiendo los dos, no yo solo. Y antes que yo vea una verga por primera vez vos ya te lo estabas comiendo a Martincito. Así que ¿por qué no cerrás bien el orto?”
“Me tocas una vez mas y te re cago a golpes”, dijo mirándome amenazador.
“Era verdad que había que tener cuidado con vos. Sos un chorrito de mierda. Igual que tu hermano”
¡Plaf! El cachetazo resonó en la habitación varias veces más fuerte que el golpe que yo le había dado a Chiro. Creo que la razón por la que mi cabeza no giró sobre su eje como la de la chica de El Exorcista, es porque la tengo pegada al cuerpo con más firmeza que el resto de la gente. Perdí el balance y me caí sobre la mesita de luz.
(Ante los sucesos relatados me veo en la obligación de aclarar que uno de los hermanos de Chiro se encontraba preso por robo hacía casi dos años.)
“Nunca se te ocurra volver a decir nada de mi hermano porque te reviento. A vos y a tu vieja. Vos no sabes nada, ¿ok? Sos un putito de mierda que ahora te haces el malo pero después vas a venir llorando a pedirme que te de masa. ¡Gil!”
Dio un portazo y salió de mi casa. El cachetazo ese había sido tan inesperado que me quedé tirado arriba de la mesita de luz durante un rato, tratando de entender que había pasado.
Al otro día me volví a Entre Ríos. No volví a ver a Chiro hasta el año siguiente. Los dos habíamos pasado el verano en lugares distintos. A fines de Febrero, cuando la familia había regresado de sus vacaciones, empecé a comprar en el almacén su padre nuevamente. Siempre nos veíamos y nos saludábamos cortesmente, pero nunca hablábamos. Aparentemente, seguíamos profundamente ofendidos y disgustados el uno con el otro. Sin embargo, nuestros ojos se encontraban en algún momento y podría jurar que por un instante los dos teníamos la misma idea: “Si no fuera que no te banco... ¡como te daría!”.
Un mediodía, yo estaba comprando en el almacen, había varias personas que estaban esperando ser atendidas. En eso veo que se asoma Chiro por la puerta trasera, en cuero, bermudas y bincha (Si. Fue un momento polémico en los noventa para los varones, en el que se dejaban el pelo largo hasta la nunca y se ponían una bincha de plástico). Me hizo señas, yo le pedí permiso a Mario y lo seguí. Cuando salimos por la puerta trasera, Chiro me dijo que lo siguiera hasta la terraza:
“¿Como andas?”, me preguntó una vez en la terraza.
“Bien por suerte”. Le hubiera sacado la bermuda antes que hablara. El verano había sido largo...
“No te quise pegar la otra vez”, mintió Chiro
“No te quise decir chorro”, mentí yo
“¿Amigos?”, preguntó el pendejo mientras me mostraba su sonrisa compradora. Al decir esto, me ofreció su mano.
“Amigos”, contesté yo y se la estreché.
Ni bien nos dimos la mano y sacamos del medio el problema que se interponía, nos dimos el beso más hambriento de nuestra vida. Un beso que dejaba perfectamente en claro para los dos, que los meses de abstinencia sexual y masturbación habían sido larguísimos.
Tratamos de recuperar todo el tiempo perdido con un polvo hiper liberador, sobre una lona verde que había en la terraza. Tuve que taparle la bocha porque el orgasmo le hizo elevar mucho la voz, y abajo estaba Mario atendiendo a sus clientes.
Recostado sobre la lona, con mis piernas enroscadas a la cintura de Chiro, pude apreciar que el chico estaba creciendo. Sus rasgos se estaban volviendo mas duros y varoniles. Sus lampiñas piernas, ahora tenían vello. Su torso infantil se había puesto mas sólido. Lástima la bicha de plástico...
Me miró a los ojos y susurró “No sabes como necesitaba esto”. A lo que yo respondí: “Y yo ni te cuento”. Los dos nos reímos un momento. Chiro estiró una mano hasta su bermuda y sacó del bolsillo una especie de papel glacé doblado en cuatro. Aún con una sola mano lo abrió y en su interior pude ver que había un polvo blanco. Ahora bien, yo en esos tiempos no sabía mucho de nada, pero cuando pasó su dedo por el polvo blanco y lo aspiró, sabía que esto era algo no apto para todo público, o por lo menos, no para un pibe de 14. Después de aspirar el polvo blanco se recostó sobre mi. Yo estaba bastante shockeado, como te imaginarás
“Y eso qué fue?”, pregunte tímidamente.
“Cosas que uno hace”, dijo sin darme mucha bola. “¿Vos crees que vamos a seguir haciendo esto hasta que seamos grandes?”
“No se... no se...”, dije todavía sin recuperarme de ver a Chiro tomar pala.
La realidad es que no íbamos a seguir haciendo eso hasta que fuéramos grandes. Por lo menos, no juntos. Resultó ser, que ese polvo blanco que Chiro llevó hasta su nariz, era solamente un eslabón en una cadena de cosas de él que no conocía...

CONTINUARÁ

6 comentarios:

conedulcorante dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

¿Era chiro chino?

Marcelo dijo...

No. Argento como el dulce de leche

Anónimo dijo...

Ops! yo hostigaba a chiro del supermercado chino que me contara el final de esta apasionante historia de amor, droga, sexo y rockn roll. Bueno voy a ver si puso la puerca.

Guille dijo...

Muy bueno Marce.Es increible como se va poniendo mas copada y jodida la historia!Espero que siga a traves de muchos post.Porque nos tenes a mi y a ivi atrapadisimos.
Un abrazo!

Marcelo dijo...

Gracias por la pasión Guille, pero el relato probablemente concluya en el siguiente post. ¿Qué se le va a hacer? Todo concluye al fin.
Muchas gracias por leer y dejar tu comentario

otro abrazo para vos!

Marce