martes, 9 de septiembre de 2008

Chiro (Parte 3)

Para entender esta historia necesitas leer las partes anteriores. Podés encontrarlas luego de este post, o todas juntas haciendo click aquí

¿Quién era este extraño qué estaba parado en la puerta trasera del almacén?
A ver... era claro que se trataba del mismo Chiro que apaciguaría su fuego pasional conmigo sobre los pastizales del terreno baldío a la vuelta de mi casa, pero se había hecho un Extreme Make-Over y había pegado un pequeño estirón.
Su cambio de apariencia hoy por hoy daría un poco de risa, pero en ese momento Chiro se había convertido en un prototipo del adolescente de los noventa. Tenía el corte de pelo que usaban Pablo Ruíz, Ricardo Montaner y Miguel Mateos en esa época (si no te acordás como era, Google tal vez te ayude), una remera blanca que le quedaba un poco holgada y una campera de cuero negra con tachas y muchos cierres. Sus shorts habían sido reemplazados por unos jeans gastados con una rodilla rota y desflecada. Para coronar el atuendo, el muchacho lucía unos borceguíes negros; también gastados, por cierto. Había que ponerle onda, viste.
“¿Como anda, vieja?”
¿Vieja? ¿Me dijo vieja? Era la primera vez que escuchaba eso.
“Bien. Todo bien. Llegué hoy a la mañana. Qué... distinto”.
“Ah, sí. ¿Viste?”. Se me estaba haciendo el canchero y su performance apestaba. ¿Podrá ser que tenía la voz más grave también? Hasta donde recuerdo estuve ausente solo cinco meses...
El pendejo insolente caminaba hacia mí como Dylan McKay (Beverly Hills 90210), arrastrando sus borceguíes en el proceso. Cuando llegó hasta donde estaba yo, estiré mi brazo para darle la mano. Él, sin embargo, ignoró mi mano y me dio un beso en la mejilla. Yo, sorprendido, me alejé y miré a Mario que nos observaba sonriente. Mario no parecía haberse inmutado de ver a su hijo besar públicamente a otro varón. Acá pasaron cosas extrañas durante mi ausencia.
“Che, escuchame una cosa. Tengo que ir hasta la estación a comprar un repuesto del auto para mi hermano. ¿Venís?”. Cuando terminó de decir esto me hizo una de las sonrisitas que a mi me gustaban. Las típicas sonrisas Chirescas. Obvio que acepté.
“Si, dale. Vamos”.

La actitud del Chiro que me recibió en el almacén me desconcertaba y no podía hablarle como siempre. Ninguno de los dos parecía tener nada para decir, así que caminamos casi en silencio durante un par de cuadras. Finalmente decidí romper el hielo y le pregunté sobre el colegio. Él me preguntó sobre Entre Ríos y lo que estaba haciendo ahí este año. Cosas que a ninguno de los dos nos importaban, básicamente.
Después de comprar el repuesto para su hermano, emprendimos la caminata de regreso. Mientras caminábamos me contó un par de chismes barriales. Me contó también que iba a bailar a un boliche que se llamaba “Chocolate” que quedaba por no se donde. Yo nunca había pisado un boliche. Me contó que se había agarrado un par de “mamuas” con sus compañeros de colegio. Yo nunca había tomado una gota de alcohol, ni pensaba hacerlo porque era pecado. Me dijo que ahora estaba escuchando un grupo que le copaba que se llamaba “Ireishon”. Nunca había escuchado hablar de ese grupo porque en esa época no escuchaba casi nada que no fuera música religiosa (Además, el verdadero nombre del grupo era “Erasure”).
En resumen, nuestras vidas habían comenzado a tomar desvíos opuestos. Si antes teníamos poco en común, ahora prácticamente nada.
Excepto esa atracción mutua que no podíamos controlar.
Ese deseo ingobernable que tantas vec...
“Che, yo acá te dejo porque voy a pasar un toque por la casa de la mina con la que estoy saliendo. ¿Te jode, vieja?”.

¿Perdón? ¿Dijo la mina con la que estoy saliendo? No puede ser. No dijo eso. ¿O lo dijo?

Fue como un cachetazo con un guante de clavos. Él aveces hablaba de chicas y decía que le gustaban, pero yo decía esas boludeces también. Pensaba que en definitiva, estábamos en el mismo bote. Es decir, eramos heterosexuales pero todavía no habíamos superado unas cuestiones del crecimiento y de la definición de no se que (Había escuchado que los jóvenes podían atravesar etapas de indefinición sexual, entonces albergaba la esperanza de que mi enfermedad tuviera una cura eventual).
“Ah...” ¿Y ahora que carajo digo? “Vos... ¿estás de novio?”
“No. Bah, mas o menos. Estoy rompiendo un poco las bolas con una pendeja de segundo”.
“Mira vos, che... ¡Qué bueno!”. Ese entusiasmo no me lo creía ni Cristo.
“Si. Está buena la mina. Me la quiero coger pero está complicado. No quiere saber ni mierda”.
Ahí está, lo tenía que decir y refregarmelo por la cara. ¡Se la quiere coger! Eso era algo que hacía solo conmigo. Bueno, y antes que conmigo, con el otro vecinito. Además, tiene trece años. ¡Los chicos no se cogen minas a esa edad a no ser que sean del campo! ¡Quiero romper todo!
“Claro... si... me imagino”. ¿Qué mierda podía comentar al respecto, si cuando hablaban de mujeres yo podía opinar tanto como si hablaran de lobos marinos?
“Bueno, vieja. Te dejo. Si querés, más a la noche, pasate por casa. Vienen El Mugre y Leandrito”.
“Si. Después paso”. Y me volvió a besar en público. Yo miré hacia los costados para cerciorarme que no hubieran testigos. Me iba a llevar un tiempo acostumbrarme a esta nueva moda.

Era obvio que no pensaba ir a su casa. El Mugre y Leandrito me chupaban bien un huevo, yo lo que quería era estar con él. Lo vi alejarse canchereando con sus borceguíes gastados hacia la casa de “su novia”. Estuve a punto de seguir el camino a casa, pero en vez de eso, cruce y me senté en un banco de la plaza a dejar que el sol me haga las caricias que Chiro no me iba a hacer.
Me sentía desilusionado y ridiculizado. ¡Qué suerte que no dije nada al respecto de nuestros encuentros! ¡Qué suerte que no le pregunté si se le había pasado el enojo! ¡Qué suerte que nunca mencioné las ganas que tenía de tocarlo! ¡Qué bronca que tenía!
En algún lado de mi cabeza tenía esta tonta idea de que el tiempo se iba a detener en el momento que yo me subiera al micro en Retiro, y que Chiro iba a quedarse contando los días que faltaban para mi regreso. Me equivocaba. El tiempo no espera a nadie.
Aparentemente, mi primer amante había logrado definirse y yo seguía siendo el enfermito del barrio. La intimidad que tenía con Chiro, no solo me daba momentos de placer; también me hacía sentir acompañado en un lugar en el que siempre estaba solo.

Un par de días después, estaba en mi casa viendo que entretenimiento de vacaciones de invierno podía encontrar, cuando siento que golpean la puerta. Me asomo por la ventana, y veo a Chiro, muerto de frío con un gorrito y una bufanda tapándole la cara. No esperaba la visita:
“¡Ey! ¿Qué haces?”
“Todo jamón ¿Como anda, vieja?” Cada vez que me decía vieja algo me hacía cortocircuito.
“Bien. No tan cagado de frío como vos. “
“Si, está jodido. Che, ¿qué estabas haciendo?”
“Nada. Estaba medio aburrido. Viendo que se podía hacer hoy. ¿Querés pasar?”
“No. En realidad te iba a preguntar si no me dabas una mano con una cosa”
“¿Qué cosa?”
“Ando medio mal en Inglés viste, no entiendo un joraca. Por ahí vos me podías tirar una soga”
¿Quería que le ayude con cosas del colegio en vacaciones de invierno? Esto era medio sospechoso. Pero bueno, él ahora estaba en otra así que mejor que no me hiciera ilusiones que no se iban a cumplir. Ayudar a alguien a estudiar inglés en vacaciones de invierno no es mi idea de diversión, pero no tenía otra cosa que hacer.
“Bueno. Un rato nomas. Estamos de vacaciones, no se si te enteraste...”
“Si, dale. Un toque nomas. ¡Que grande, viejita!”
Decime vieja una vez mas, dale...
Una vez que estábamos en su pieza, traté de explicarle lo que no entendía (que era todo), pero no había forma. Este chico no tenía facilidad para los idiomas y mucho menos voluntad. Mientras yo buscaba formas de explicarle la diferencia entre los verbos regulares y los irregulares, el canturreaba la canción de “Ireishon” que sonaba en el radiograbador. Yo lo miré ofuscado. Él se empezó a cagar de risa mientras seguía cantando. Dejé la birome sobre el cuaderno y le pregunté:
“¿La cortamos con Inglés por hoy?”
“Si, man. Ya estoy cansado”
“Bueno. Voy yendo para casa entonces”, dije mientras me levantaba del piso.
“Esperá...”. Me agarró el brazo con una mano y con la otra subió el volumen del grabador. Se puso de pié el también y me miró con la picardía que lo caracterizaba. Se acercó hasta mi oído y me dijo:
“Primero el deber... después el placer.”
Dicho esto, tomó mi cara entre sus manos y me besó. Esta vez el beso fue diferente. Fue un beso suave al principio, pero iba acrecentando su intensidad a medida que los segundos pasaban. Fue un beso que hablaba de tiempo transcurrido y experiencia adquirida. Fue un beso que hizo que mi ritmo cardíaco se acelere y que mi masculinidad se ponga rígida instantáneamente. El resto de mi cuerpo se quedó inmóvil recibiendo a Chiro, dándole la bienvenida. La campera que tenía en la mano cayó al piso.
En ese momento, soltó mi cara, detuvo su beso y me preguntó:
“¿Todavía te querés ir?”
“¡No!”
“¿Vamos acá a la vuelta un ratito?”
“Si... pero pensé que...”
“¿Qué?”
Me tenía atrapado exactamente en donde él quería. Y tenía solo trece años. Trece. El demonio que llevaba adentro, como llegaría a comprobar en poco tiempo, estaba recién saliendo del cascarón...

CONTINUARÁ


7 comentarios:

conedulcorante dijo...

no
no
no no
nooooooooooooo
NOOOOOOOOOOOOOOo NO NO NO NO
NOOOOOOOOO

NO ME HAGAS ESTO
















AAJAKLBVLSJBBADSJLARRRGHHH


Q GUACHADA.

Ya te lo voy a hacer a vos algún día.


y vas a ver lo que es.

Marcelo dijo...

Ivanna:

Good things come to those who wait...
You should know better

Marce

Anónimo dijo...

sos un hdp marce. no me la podes seguir dejando asi inconclusa a la cosa

cuando viene la ultima parte??
postealaaa yaaaaaa
ahoraaaaaa

augs

Anónimo dijo...

que conchudez tan conchuda, porchela!!!

el interruptus no da che! nos dejas siempre con ganas de mas, je... ponte a escribir que quiero saber como termino esto!

Marcelo dijo...

Pronto se viene la conclusión. No desesperes...

besos


Marce

Anónimo dijo...

En el capitulo 33 de esta historia, termina con chiro abducido por extraterrestre.

Marcelo dijo...

Ehh chee! pero ya adelantaste lo que pasa ahora nadie va a querer aguantar hasta el 33!