miércoles, 3 de septiembre de 2008

Templo Del Espíritu Santo (parte 2): ¡Qué Chuletas!

"¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, que tenéis de Dios, y que no sois vuestros?"
(1 Corintios. 6:19, La Biblia)


INTRODUCCIÓN
El tronco es la parte central de nuestro cuerpo que une nuestras extremidades, y como todos sabemos se compone del tórax y el abdomen (este último conteniendo el polémico y polifacético pelvis). Las costillas podría decirse que son como el armazón de nuestra parte superior. El destino atenta contra este sector de mi cuerpo una y otra vez. A esta altura, creo que es algo personal que alguna fuerza de la naturaleza tiene en mi contra. Como en este momento me encuentro padeciendo un mal que aqueja mi zona central, decidí dedicarle un post, ya que es parte de mi Templo del Espíritu Santo

¡BARILÓ, BARILÓ!
El primer atentado tuvo lugar en la montañosa ciudad de Bariloche, hace unos cuatro años atrás. Estaba de gira con el teatro y nos íbamos a quedar todo el fin de semana encerrados en unas cabañas, desgraciadamente. No me entusiasmaba el plan porque eramos un grupo chico, todos eran sanos, se dormían temprano y no había hombres con los que coquetear. Entonces cuando propusieron ir a esquiar y todos dijeron que si, yo dije que si también solo para no quedarme encerrado en la cabaña, terminar haciéndome siete pajas y plastificandole la cama a alguien con litros de viscosidad (pasa que ese es mi hobbie preferido en momentos de extremo ocio).
Decididamente, los deportes caros no son para mi, y menos el ski. Me cago de frío pero a la vez me puedo insolar, hay que estar metido adentro de ese traje incitador de claustrofobia, donde siempre en algún momento me pica un huevo y no me lo puedo rascar, hay que caminar con el calzado de ski que es parecido a tener las piernas entablilladas, hay que volver a subir y siempre subir, y hay que escuchar gente concheta decir muchas boludeces. La última parte es la que menos me aburre de todas las enumeradas, igualmente.
En el grupo había un par de perdedores como yo que no se animaban a más, y decidimos quedarnos retozando en la nieve, viendo como los blancos copos se unían al nublado cielo del Cerro, creando una ilusión celestial. Fue un grato momento al cuál no le faltó conciencia de hermandad y juegos infantiles, como arrojarse bolas de nieve al rostro, hacer muñecos y dejar la huella de todo el cuerpo sobre el impoluto suelo. Mientras me hallaba tirado boca arriba contemplando la inmensidad del cielo y reflexionando que quizás había sido una buena idea venir, un compañero algo excedido de peso quiso jugar a otro juego. Alzando su voz en un grito Pocahóntico, dejó caer su peso muerto sobre el mío.
Escuche que algo hizo crack. A eso le siguió un dolor seco como el de una trompada en el estomago, seguido por falta de aire. Me aterró mas la idea de mi cuerpo rompiéndose por dentro que el dolor real que sentí. Con el poco aire que me quedó le susurre “salí de acá ya...”. Mi compañero me miró horrorizado y durante los veinte minutos que siguieron no paró de pedir perdón. Yo solamente podía pensar que por dentro se me había producido un banana split, entonces sus disculpas estaban empezando a irritarme, pero seguí diciéndole que estaba todo bien por miedo a que empiece a disculparse por pedir disculpas. Finalmente, cansado de disculparse mi compañero me dijo “Bueno, ¿que querés? Me olvide de que sos flaquito”. Creo que en realidad de lo que se olvidó es de que traía distribuido por todo su cuerpo el resultado de su gula. Pero en fin, no le guardo rencor (ya que hablo de el, hoy por hoy bajó de peso y tiene mas curvas que Pampita).
Durante los siguientes días tuve que hacer funciones con un constante dolor en el costado. Lo peor de este tipo de lesiones es que el recordatorio de que ocurrieron lo sentís cada vez que respiras...
Hasta ahora no se puede vivir sin respirar...
Vos hace el cálculo...

GAROTO ACCIDENTADO
Un par de años mas tarde me fui de vacaciones con un grupo de amigos a Brasil. Eramos cerca de diez personas, de las cuales seis estaban de novio. Al estar casi todos en pareja, las actividades recreativas tenían que limitarse a cosas que todos pudieran hacer si poner en riesgo la felicidad de su matrimonio, y ya que estoy hablando del tema, esa felicidad estuvo en riesgo en mas de una ocasión, pero eso es aparte. Alguno de mis amigos (no recuerdo cual) tuvo la brillante idea de que fuéramos a hacer Kayak en el río. Para quién no sepa, Kayak es un deporte pelotudo que consiste en meterte en un botecito que te deja las piernas aprisionadas, y tenes que remar y remar sin sentido alguno mas que lograr que se te acalambren las manos, entre otras cosas. Yo no soy muy amigo de ningún deporte, pero por alguna razón desconocida me dejé convencer y allá fuimos rumbo a la aventura.
El viaje de ida estuvo bastante bien, pero decididamente hubiera preferido quedarme en la casa tomando caipirinhas. El problema fue volver. Le dije a la chica que venía conmigo que fuera en con otro de mis amigos, yo tenía ganas de no escuchar los quejidos de una mujer y de demostrarles a todos lo poderoso que era este chiquitín.
Resulté no ser tan poderoso, y me tocó remar solo contra la corriente. Por mas que remaba y remaba con todas mis fuerzas no parecía avanzar tanto como los demás. Igualmente, con toda determinación seguí mi camino mientras notaba lo atrás que el resto me estaba dejando. El río era manso y tranquilo, pero la única agrupación de agua que decidió revelarse y formar una pequeña ola, se dirigió hacia mi bote. Este se volvió inestable sin que yo pudiera evitarlo. Traté de hacer una maniobra magistral para no perder el equilibrio, pero terminé cayendo de cabeza al agua. ¡Que feo es zambullirse cuando el chapuzón no está dentro de tus planes! Así y todo, intente treparme para subir al bote, pero se me resbalaba y me volvía a caer al río. No había forma de poder mantenerlo quieto a este motherfucker. ¿Quién carajo me había mandado hacer ese deporte de mierda? Pero no me iba a dar por vencido. Me zambullí y salí a la superficie con toda la fuerza que podía como Ariel de La Sirenita , intentando catapultarme hacia el bote, pero el agua hizo que mi mano se resbale y caiga con todo el peso de mi cuerpo sobre el borde del bote.
¡Zas! El golpe fue sobre el costado derecho, la misma costilla que mi compañero supo triturar. Dolor. Dolor. Dolor. Falta de aire. Esto no podía estar pasando justo en este momento. Con los ojos desorbitados y sin poder respirar, volteé mi cabeza hacia un costado y vi como el remo de mi bote se alejaba río abajo. Por mas que el dolor me había paralizado, me tiré del bote una vez mas hasta que alcance el remo. Volví a hacer un par de intentos para subirme al bote y cuando lo conseguí, maldiciendo a Brasil, al río, a Xuxa y Pele juntos, remé con mi costilla lesionada durante alrededor de una hora, hasta que llegué al final de mi recorrido. Mis amigos me vieron entrar a la casa caminando despacito y con cara de culo. Alguien me hizo algún chiste imbécil que no entendí y pase el resto de mis días en Brasil sentado en la arena mientras los demás se divertían.
Esta vez la pase mucho peor que cuando fue lo de Bariloche y no pude realizar casi ninguna actividad durante un mes.

EXTRA BRUT
Creo que a la desgracia costal le gusta hacer apariciones en mi vida una vez cada dos años aproximadamente. La última aparición sucedió la ante semana pasada. Estaba en un set de filmación con un montón de gente, filmando una escena un poco movida porque había que recrear un incendio. Cuando el director decía “Acción” todos teníamos que correr de un lado al otro del set, como desesperados, intentando escapar de las llamas.
Hicimos la toma varias veces. Cada vez que la hacíamos había una extra petisita y regordeta que pasaba gritando como loca, tapándose la cara con sus brazos. Era claro que no veía nada, y no le importaba, solamente quería terminar la escena, irse a su casa y olvidarse que trabaja de extra. Todas las veces que me la crucé tuve que esquivarla para que no me diera un golpe. La última vez no tuve tanta suerte. “¡Acción!”, gritó el director y todos empezamos a correr desesperadamente una vez mas. Mire un momento hacia atrás porque escuché un ruido estrepitoso. Algo se había caído. Al darme vuelta para seguir corriendo, fui embestido por la pequeña extra y sus brazos al aire. Uno de sus codos colapsó contra mi tórax con toda la fuerza que ese pequeñito cuerpo podía impartir. Una vez mas, esa sensación tan conocida de falta de aire y dolor seco, me embargó. Seguí corriendo y salí del plano de la cámara para poder recuperar la respiración y putear bajito. En ese momento pensé que había sido solo un golpe y que en un rato se me iba a pasar. No solo que no se pasó sino que con el correr de los días se empeoró. No bastaba con el dolor, también me tenía que resfriar. Si tenés un traumatismo en esa zona, pedile a Dios, Jesús o Mahoma que te guarde de los resfríos, porque si estornudas le puedo asegurar que vas a ver al diablo en pelotas. Es casi tan doloroso como darte el golpe nuevamente. En serio.

CONCLUSIÓN
No tengo mucho mas para agregar al respecto. Desgraciadamente, no he podido dejar de cumplir mis actividades. Alguien tiene que poner el puchero sobre la mesa. Así que me encuentro aquí, tomando diclofenac cada doce horas, esperando que alguna mañana de septiembre me despierte y el dolor en el pecho se haya ido.
Deseo con todo mi corazón, que esta sea la última vez.

8 comentarios:

Libélula dijo...

Aia, que feo :(


Deberias andar por la vida con un chaleco de Kevlar, aunque no se pueda apreciar tu esculpida figura.

Marcelo dijo...

Sabes que lo pensé seriamente a lo del chaleco? Total de que me sirve la figura si siempre voy a estar con algo salido de lugar?

matutesf dijo...

si te aguantas una malla metálica, es una buena opción, tipo caballero, la que se ponian debajo de la armadura. Que se vaya el dolor pronto así podes seguir llevando el puchero a la mesa...

Marcelo dijo...

Ya me compre uno y lo estoy usando. Me queda re top. Parece un coso de esos que le ponían los de la edad media a las mujeres para que no hagan "la porquería" cuando ellos no estaban.

Anónimo dijo...

Te pasa por ser de huesos livianos.
Yo, el del chiste imbecil.

Marcelo dijo...

Y para que te pones anónimo? ¡¡Da la cara, cobarde!!

Anónimo dijo...

Me encantó la puteada a Xuxa y Pelé, cuando te pasa algo asi te acordás de todo el mundo, jjejeje.
La maldición de las costillas se inicia en un cumple tuyo, un choque y cuatro costillas rotas que no me dejaban de doler cada vez que me hacías reir cuando te ponías una peluca rubia y cantabas recordás? Andás mejor ahora? Beso.

Marcelo dijo...

Tenés razón Juli, todo esto comenzó con vos. En realidad lo que te estaba pasando era la forma que tenía la vida de decirme "Esto es lo que te espera"...

Igual vos la pasaste peor que yo porque a mi me dolía una y a vos te dolían cuatro. Creo que aquella anécdota amerita un post... ya pensaremos en algo...

Besos

Marce