martes, 19 de agosto de 2008

Inexperiencias Traumáticas: "Hay Tres Por Un Austral"

Este ultimo tiempo estuve adquiriendo aparatos que no se manejar, pero que me van a servir para mi trabajo, entonces estuve escribiendo poco y nada porque estaba muy entretenido descifrando botoncitos. Sin embargo, el otro día en una reunión de amigos hablábamos de lo pelotudos que podemos ser aveces en cualquier instancia de la vida, y les conté algo que me gustaría contarte a vos también.

Como mencioné en otras oportunidades, durante mi infancia eramos gente muy humilde. No llegábamos a ser crotos porque teníamos algo de autoestima, pero estábamos en la siguiente categoría. Vivía con mi madre en Ituzaingó (zona oeste de Gran Buenos Aires) en una casa que se caía a pedazos. Literalmente. Parecía la casa de Freddy Kruger. Ahora supongo que la de Blair Witch Proyect, porque sigue estando ahí y creo que fui por ultima vez en el año 2000. Solía empeorar año tras año.
A mi mamá le empezó a ir mejor en su trabajo cuando comencé el secundario, pero hasta ese entonces nuestros veranos solían ser bastante miserables. Por ejemplo, en algún momento de mi infancia se había desmoronado el pozo y no teníamos agua. Para poder bañarnos, cocinar, y lavar la ropa, cargábamos unos baldes y bidones con agua en la casa de la vecina de atrás. No tuvimos H2O hasta ese verano en el que un miembro de la iglesia Adventista quiso hacer de buen samaritano y nos hizo un pozo nuevo.
Hubo un mes, en ese mismo verano del 88, en el que apenas teníamos dinero para la comida. Mi mamá estaba desesperada y no sabía como resolver la situación. Sentí que algo tenía que hacer al respecto, porque mas allá de que me angustiaba ver a mi mamá así, en ese momento tome conciencia de lo que es realmente no tener dinero. Hasta ese entonces nunca me habían faltado las cosas que necesitaba, mas allá de que me pusiera la ropa que los hijos de las clientas de mi vieja ya no usaran.

Ese año, para reunir el dinero para el viaje de egresados de 7mo grado, había vendido alfajores y otras golosinas en los recreos del colegio. Se me ocurrió que podía ir al mismo mayorista, comprar golosinas y venderlas en la estación de Morón. Estaba lleno de vendedores ambulantes que veía todos los días cuando iba a tomar el colectivo . Si había lugar para ellos, también podía haber lugar para mi.

Era mucho mas jodido de lo que yo pensaba. No había tenido en cuenta que era nuevo en eso y que había chances de que el resto de los vendedores no quisieran darme una linda bienvenida. Varias veces tuve que salir corriendo porque uno se me venía encima diciendo "Pendejo, shajá de acá po' que te vamo a volá a la mieshhhda eh”. Y si nadie me venía a correr, veía como me miraban y me gritaban cosas cuando pasaba.
Otro gran problema fue la venta en si misma. No se si es que ya era un pésimo vendedor desde esa época, o si elegía los productos equivocados, pero me tardaba todo un día vender una caja de lo que fuera, y muchas veces no llegaba a terminarla. Estaba seguro que cuando la gente viera lo pequeño que era, aunque sea me iban a comprar porque les caía simpático.
Simpático las bolas. Mientras otros vendedores vendían tres o cuatro cajas, yo no llegaba a terminar la primera.
Un día le comento mi preocupación al mayorista y me dice “Petiso, llevate estos que entraron hoy. Tienen chocolate con dulce de leche adentro, no sabes, son un poema”. Me dio a probar uno y me pareció que eran bastante ricos así que lleve una caja.
“Nuevo bombón Arcor, relleno de dulce de leche. Hay tres por un Austral”, iba diciendo por las paradas de los colectivos con mi caja bajo el brazo.
Al principio la cosa fue lentísima y estuve a punto de mandar todo a la mierda. Después del mediodía, gracias a mi nuevo producto o a mi pinta de pobrecito, empece a venderlos un poco mas rápido. Casi dos horas antes de lo que solía cortar la venta por el día, ya los había vendido todos.
¡Estaba tan contento! Me dolían mucho las piernas, y los colectivos me habían dejado todo el polvo de la calle pegado en la transpiración. Tenía ganas de irme para casa antes, tomar la leche y mirar “V Invasión Extraterrestre”, que la estaban repitiendo por Canal 13.
Ni bien llegué a la parada del colectivo 269, me senté en el cordón a contar el dinero recaudado. Al terminar de contar me sentí muy confundido. Volvía contar el dinero. No podía ser, volví a contarlo una vez más. Me metí las manos en los bolsillos para ver si había puesto dinero ahí. Finalmente deje de engañarme. Tenía exactamente la misma cantidad de dinero con la que había empezado mi día de ventas. Había vendido los bocaditos Arcor al precio que los había comprado. Sin lugar a dudas, esa fue la razón por la cual los termine de vender dos horas antes.
En esa época, las perdidas me las tomaba como un castigo del cielo. Gritaba, daba patadas y maldecía. Así que, para no cortar la racha, me puse a patear el poste de la parada del 269 a las puteadas. Tenía tanta bronca por haber sido tan idiota que no había nada que pudiera cambiar mi mal humor.

Cuando llegué a mi casa le conté a mi mamá lo que había pasado y me puse a llorar. Ella me consolaba diciéndome “Está todo bien. Esas son cosas que le pueden pasar a cualquiera”. Pero era obvio que eso me podía pasar solo a mí. El hijo del vencino que nos daba el agua, decía cada vez que yo entraba: "Ahí llego el rey de los boludos”. Esta vez lo recordé y pensé “Al final el forro ese tiene razón”.
Cuando logré superar mi tristeza por mi fracaso comercial, volví a vender por la calle, pero tratando de tomar otras paradas de colectivos que no estuvieran llenas de asesinos de niños. La vida fue buena conmigo y me presentó a otro chico que vendía por la calle también. Creo que se llamaba Salvador. El me dijo que tenía otro trabajo por la mañana repartiendo volantes, y que necesitaban alguien que repartiera por la tarde. Esa tarde me presentó a sus empleadores. Al día siguiente repartía volantes y ya no vendía. Ganaba veinte australes por semana, pero por ser solo a al tarde, estaba bien. Era claro que la venta no era mi fuerte, y años mas tarde lo volvería a comprobar, incluso de una manera un tanto mas violenta, pero eso lo voy a dejar para otro momento. Me agarró sueño.

Antes de dormirme, la noche de mi fatídico episodio con los bocaditos Arcor, pensé que quizás tendría que dejar de ser tan ignorante y aprender las tablas de multiplicar. En definitiva, estaba por ingresar a primer año. Era una vergüenza que todavía no las supiera y quizás no me iría tan mal con el dinero si eso cambiara. Igualmente, esas resoluciones uno las tiene en el momento en el que la herida se encuentra sin cicatrizar.

Quiero decir... todavía no me se las tablas...


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Con la economia en esa epoca era facil equivocarse, yo recuerdo que era feliz cuando salia un nuevo billete de austral, cada vez mas ceros y mas rapidos se emitian, lo que es ser niño.
Ahora estoy esperando entusiasmado que salga el billete de 200 o 500 pesos... ¿O seran bonos?. De seguro que es Juan Bautista Alberdi, ese viejo siempre trae problemas.

Marcelo dijo...

Tenes razón! es verdad que cada dos por tres salian billetes nuevos! me había olvidado. Y ahora tendrían que salir los de 200 pesos, xq con 100 no haces un carajo. Pueden ser los bonos tmb, hemos tenido de todo. o no? Que poronga de gobierno.

saludos pamperito!

Marce

neutral dijo...

pio!

y la canción me da error :S

Unknown dijo...

Hey neutral!

Si te da error la canción fijate de copiar y pegar este link en tu explorador:
http://www.imeem.com/people/klwVd7B/music/OkbB_GTy/julieta_milea_y_marcelo_andino_siempre_una_cancionmp3/

Ahi la vas a poder escuchar directamente desde la página.

gracias por pasar

Besos!

Marce

Unknown dijo...

Disculpá, Neutral. Copie mal el link. Pero fijate que al lado del reproductor hay un link que podes hacer click para ir a la pagina y escuchar la canción directamente ahi

besos

Marce