viernes, 22 de agosto de 2008

Templo Del Espíritu Santo (parte 1): Cuatro Ojos

"¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, que tenéis de Dios, y que no sois vuestros?"
(1 Corintios. 6:19, La Biblia)


Desde que tengo uso de razón escucho que la gente dice “¡Que lindos ojos que tenés, Marce!”. Cuando era más chico no veía que tenían de especial o diferentes. Creo que en algún momento de mi adolescencia en el que me vi en el espejo y me daba la luz del sol dije “Ah, debe ser porque son claros”. Pero hasta ese entonces, cuando la gente me decía algo de mis ojos me parecía que eran todos miopes.
Puede que la razón de esto resida en un hecho puntual que ocurrió cuando estaba en primero o segundo grado. Una noche me encontraba en la paz del hogar coloreando un librito en la mesa de la cocina. Mi mamá, al lado mío, hacía alguna manualidad como coser o tejer. De repente se queda observándome y me dice “A ver, Marcelo, mirame”. No recuerdo esto con exactitud porque era muy pequeño, pero mi mamá dice que cuando levante la cabeza para mirarla, tenía un ojo totalmente torcido hacia el centro. Mi mamá, en su tono melodramático habitual, gritó: “¡Ay, Jesús! ¿Qué te pasó en ese ojo?”. El ojo torcido había llegado a mi vida para quedarse.
Desde ese día en adelante fui visco. Todo lo veía doble. Dos cuadernos, dos pizarrones, dos biromes. El problema no era solo ver dos cosas, sino adivinar cual de las dos cosas que veía era la verdadera. Por ejemplo, si venía caminando por algún pasillo y me encontraba con una escalera, tenía que descifrar cual era la escalera y cual era la pared para no romperme la nariz contra los ladrillos. Alguna vez que otra mi mamá me pidió que le alcanzara algo y en vez de dárselo a ella se lo daba al aire. Muchas veces cuando alguien me hablaba y yo le contestaba, la otra persona me preguntaba “¿Me estás hablando a mi?”.

Sigo insistiendo: ver doble no era algo que a mi particularmente me entristeciera. Supongo que en ese momento me lo tomaba como un acontecimiento mas de la vida. ¿Qué querés? Tenía solamente seis años. ¿Qué clase de planteo existencial puede hacerse uno a esa edad? Lo que si me avergonzaba era ser el objeto de las cargadas de mis compañeritos del colegio. Fue en esa época en la que mi psiquis decidió acomplejarse por todo lo que estuviera a su alcance (algo que perduró en mi durante años por venir). Es evidente que a esa edad no estamos preparados para los planteos existenciales, pero si para mortificar a otros seres vivos. La crueldad es una de las características humanas para las cuales no necesitamos maduración ni enseñanza. Me acuerdo como si fuera ayer que los nenes me dibujaban en sus cuadernos. Mi retrato consistía en un circulo con dos círculos mas pequeños en su interior totalmente torcidos, igual que mis ojos. Después se pasaban el retrato entre ellos y se cagaban de risa como si fuera la primera vez que lo hacían. O sino me decían “Marce, date vuelta” y cuando yo me daba vuelta y les enseñaba mis ojos chuecos alguno decía el chiste que se había convertido ya en un clásico para todo el mundo: “¿A quién mirás? ¡¡Ajaja, ajajaj, ajajja!!”. Yo me daba vuelta gruñendo algo por lo bajo, que era lo que a ellos mas les divertía ver. Se que esto era así porque en otros momentos de la vida, me pasé su bando y mortifiqué gente. Pero eso lo dejo para mas adelante.

En pos de terminar con esta desviación ocular, mi mamá me mandó al oftalmologo. Me pusieron anteojos. ¡Que raro era verme así! Necesitaba mucho aumento para poder corregir mi ojo, entonces mis gafas eran bastante gruesas. En consecuencia, tenían un marco muy aparatoso. Mis compañeritos, por suerte ya no me decían visco. Ahora me cantaban “¡Cuatro ojos!¡Cuatro ojos!”. Cuando no me cantaban me llamaban "¡Eh, vos! ¡Anteojudo!". En esa época los chicos veiamos el club de Anteojito y Antifaz, asi que quienes decidían ser mas amigables me llamaban "Anteojito".
A mis anteojos después de esto empezaron a sucederle todas las calamidades. Los perdía, me sentaba sobre ellos, se me rayaban, me los sacaban, me los rompían, los tomaban de mi pupitre para jugar a los pasecitos, etc. No quiero imaginar la cantidad de dinero que mi vieja habrá tenido que gastar en anteojos nuevos.
Mis ojos torcidos estaban siendo un problema social para mi. No reparaba en el aporte que le hacían a mi cuerpo- ya que cuando los tenía puestos, mis ojos estaban perfectamente derechos- sino que solo representaban un detonador de humillaciones. Con ellos puestos, era el patito feo. Sin ellos puesto, era el cisne feo. No había escapatoria. Que narcisista de mierda.
Tal fue mi incomodidad con esos artefactos, que a medida que fui creciendo y mis ojos se fueron enderezando, fui dejando de usarlos. Ahora mis ojos se torcían solo ocasionalmente, o en determinadas circunstancias, por lo que ya no era necesario tenerlos puestos todo el tiempo. No recuerdo como pasé de usarlos poco a no usarlos nunca mas. Seguramente los haya perdido. Esa era la manera que tenía de lidiar con lo que no podía manejar.

Hoy en día tampoco uso anteojos, pero me sucede lo siguiente. Mis ojos se siguen torciendo en momentos al azar, o cuando fijo demasiado la vista, o si me pongo nervioso y tengo que leer algo en frente de otra gente. Con los años desarrolle un sistema para hacer que mi ojos se vuelvan a enderezar cuando está torcidos, pero durante un rato tengo la visión un poco nublada.
Ese fue el resultado del primer signo de narcisismo en mi vida. Lo interesante es que hoy en día no me molestaría en lo mas mínimo usar anteojos, es mas, creo que me quedan muy bien.
Claro, ahora puedo ver que era una boludez. Ahora que por mas que use anteojos hasta para dormir, el problema ya no se va a corregir.

A lo largo de mi vida aprendí que el narcisismo siempre resta. Siempre crea irrealidades. Podría haber valorado que la naturaleza me había dado un par de ojos lindos, de un color peculiar que cambiaba según el clima, pero preferí ver que me habían castigado con unos ojos viscacha. Por suerte hay cosas que mejoran con la edad.
Mis ojos torcidos cuentan una historia por si solos, como cada parte de mi cuerpo. Mi cuerpo es un libro narrador de muchas historias. Esta fue la primera. Después te cuento mas.

Chau


martes, 19 de agosto de 2008

Inexperiencias Traumáticas: "Hay Tres Por Un Austral"

Este ultimo tiempo estuve adquiriendo aparatos que no se manejar, pero que me van a servir para mi trabajo, entonces estuve escribiendo poco y nada porque estaba muy entretenido descifrando botoncitos. Sin embargo, el otro día en una reunión de amigos hablábamos de lo pelotudos que podemos ser aveces en cualquier instancia de la vida, y les conté algo que me gustaría contarte a vos también.

Como mencioné en otras oportunidades, durante mi infancia eramos gente muy humilde. No llegábamos a ser crotos porque teníamos algo de autoestima, pero estábamos en la siguiente categoría. Vivía con mi madre en Ituzaingó (zona oeste de Gran Buenos Aires) en una casa que se caía a pedazos. Literalmente. Parecía la casa de Freddy Kruger. Ahora supongo que la de Blair Witch Proyect, porque sigue estando ahí y creo que fui por ultima vez en el año 2000. Solía empeorar año tras año.
A mi mamá le empezó a ir mejor en su trabajo cuando comencé el secundario, pero hasta ese entonces nuestros veranos solían ser bastante miserables. Por ejemplo, en algún momento de mi infancia se había desmoronado el pozo y no teníamos agua. Para poder bañarnos, cocinar, y lavar la ropa, cargábamos unos baldes y bidones con agua en la casa de la vecina de atrás. No tuvimos H2O hasta ese verano en el que un miembro de la iglesia Adventista quiso hacer de buen samaritano y nos hizo un pozo nuevo.
Hubo un mes, en ese mismo verano del 88, en el que apenas teníamos dinero para la comida. Mi mamá estaba desesperada y no sabía como resolver la situación. Sentí que algo tenía que hacer al respecto, porque mas allá de que me angustiaba ver a mi mamá así, en ese momento tome conciencia de lo que es realmente no tener dinero. Hasta ese entonces nunca me habían faltado las cosas que necesitaba, mas allá de que me pusiera la ropa que los hijos de las clientas de mi vieja ya no usaran.

Ese año, para reunir el dinero para el viaje de egresados de 7mo grado, había vendido alfajores y otras golosinas en los recreos del colegio. Se me ocurrió que podía ir al mismo mayorista, comprar golosinas y venderlas en la estación de Morón. Estaba lleno de vendedores ambulantes que veía todos los días cuando iba a tomar el colectivo . Si había lugar para ellos, también podía haber lugar para mi.

Era mucho mas jodido de lo que yo pensaba. No había tenido en cuenta que era nuevo en eso y que había chances de que el resto de los vendedores no quisieran darme una linda bienvenida. Varias veces tuve que salir corriendo porque uno se me venía encima diciendo "Pendejo, shajá de acá po' que te vamo a volá a la mieshhhda eh”. Y si nadie me venía a correr, veía como me miraban y me gritaban cosas cuando pasaba.
Otro gran problema fue la venta en si misma. No se si es que ya era un pésimo vendedor desde esa época, o si elegía los productos equivocados, pero me tardaba todo un día vender una caja de lo que fuera, y muchas veces no llegaba a terminarla. Estaba seguro que cuando la gente viera lo pequeño que era, aunque sea me iban a comprar porque les caía simpático.
Simpático las bolas. Mientras otros vendedores vendían tres o cuatro cajas, yo no llegaba a terminar la primera.
Un día le comento mi preocupación al mayorista y me dice “Petiso, llevate estos que entraron hoy. Tienen chocolate con dulce de leche adentro, no sabes, son un poema”. Me dio a probar uno y me pareció que eran bastante ricos así que lleve una caja.
“Nuevo bombón Arcor, relleno de dulce de leche. Hay tres por un Austral”, iba diciendo por las paradas de los colectivos con mi caja bajo el brazo.
Al principio la cosa fue lentísima y estuve a punto de mandar todo a la mierda. Después del mediodía, gracias a mi nuevo producto o a mi pinta de pobrecito, empece a venderlos un poco mas rápido. Casi dos horas antes de lo que solía cortar la venta por el día, ya los había vendido todos.
¡Estaba tan contento! Me dolían mucho las piernas, y los colectivos me habían dejado todo el polvo de la calle pegado en la transpiración. Tenía ganas de irme para casa antes, tomar la leche y mirar “V Invasión Extraterrestre”, que la estaban repitiendo por Canal 13.
Ni bien llegué a la parada del colectivo 269, me senté en el cordón a contar el dinero recaudado. Al terminar de contar me sentí muy confundido. Volvía contar el dinero. No podía ser, volví a contarlo una vez más. Me metí las manos en los bolsillos para ver si había puesto dinero ahí. Finalmente deje de engañarme. Tenía exactamente la misma cantidad de dinero con la que había empezado mi día de ventas. Había vendido los bocaditos Arcor al precio que los había comprado. Sin lugar a dudas, esa fue la razón por la cual los termine de vender dos horas antes.
En esa época, las perdidas me las tomaba como un castigo del cielo. Gritaba, daba patadas y maldecía. Así que, para no cortar la racha, me puse a patear el poste de la parada del 269 a las puteadas. Tenía tanta bronca por haber sido tan idiota que no había nada que pudiera cambiar mi mal humor.

Cuando llegué a mi casa le conté a mi mamá lo que había pasado y me puse a llorar. Ella me consolaba diciéndome “Está todo bien. Esas son cosas que le pueden pasar a cualquiera”. Pero era obvio que eso me podía pasar solo a mí. El hijo del vencino que nos daba el agua, decía cada vez que yo entraba: "Ahí llego el rey de los boludos”. Esta vez lo recordé y pensé “Al final el forro ese tiene razón”.
Cuando logré superar mi tristeza por mi fracaso comercial, volví a vender por la calle, pero tratando de tomar otras paradas de colectivos que no estuvieran llenas de asesinos de niños. La vida fue buena conmigo y me presentó a otro chico que vendía por la calle también. Creo que se llamaba Salvador. El me dijo que tenía otro trabajo por la mañana repartiendo volantes, y que necesitaban alguien que repartiera por la tarde. Esa tarde me presentó a sus empleadores. Al día siguiente repartía volantes y ya no vendía. Ganaba veinte australes por semana, pero por ser solo a al tarde, estaba bien. Era claro que la venta no era mi fuerte, y años mas tarde lo volvería a comprobar, incluso de una manera un tanto mas violenta, pero eso lo voy a dejar para otro momento. Me agarró sueño.

Antes de dormirme, la noche de mi fatídico episodio con los bocaditos Arcor, pensé que quizás tendría que dejar de ser tan ignorante y aprender las tablas de multiplicar. En definitiva, estaba por ingresar a primer año. Era una vergüenza que todavía no las supiera y quizás no me iría tan mal con el dinero si eso cambiara. Igualmente, esas resoluciones uno las tiene en el momento en el que la herida se encuentra sin cicatrizar.

Quiero decir... todavía no me se las tablas...


lunes, 11 de agosto de 2008

Vive En Mí

Ella es el lenguaje universal.

Estuvo conmigo desde el momento en el que fuí concebido en el vientre de mi madre.

Estuvo presente en los genes que se encontraban dentro de lo que mi papá vertió adentro de la chichi de mi madre.

Nací la noche en la que moría Aníbal Troilo (gran tanguero argentino). Mi papá emocionado le dijo a mi mamá “Esto es una premonición. Este chico va a ser músico como su papá”. Una de las pocas cosas en las que mi viejo tuvo razón en toda su vida. Me cuentan que cuando nací era microscópicamente diminuto- no muy diferente a lo que soy hoy- y cuando mi vieja estaba embarazada la panza casi no se le notaba, pero el bulto (o sea, yo) que se encontraba en su barriga, se movía siguiendo el compás cuando alguien ponía un disco.

Me hacía dormir cuando era bebe y mi mamá me cantaba.

Me ayudaba a despertarme cuando iba al jardín maternal y la radio se encendía a las 7 de la mañana al sonido del tema de apertura de “Arriba Chicos” (programa de radio infantil conducido por Gachi Ferrari, quizás algún viejo como yo la recuerde).

Hacía sonar mis cuerdas vocales en el tren cuando mi mamá me llevaba al jardín y yo interrumpía el viaje de los somnolientos pasajeros declamando: “Señoras y señores, este es el show de Marcelo. A ver si saben esta canción”, y sin la mas mínima inhibición armaba un recital para todo el vagón, con puesta en escena y participación de público.

Se disfrazó de rock cuando pedí que me regalen el disco “Dynasty” de Kiss en 1979.

Se disfrazó de canciones españolas cuando mi papá como cuarto y último regalo me dio aquel vinilo de Maria Elena Walsh y Leda Valladares “Canciones del tiempo de Maricastaña”.

Hizo vibrar la púa de aquel viejo Winco que tenía en mi habitación durante una incontable cantidad de horas. En el año 1980 se incorporó al cabezal de mi nuevo radiograbador Sony de un solo parlante, en donde grabe y escuche mi voz por primera vez cuando tenía seis años. Años mas tarde podía incluso viajar conmigo, no solo en mi cabeza, sino también adentro de mi primer walkman.

Me acompañaba en mis tardes individualistas, cuando todos los chicos querían salir a jugar a la pelota y yo quería quedarme golpeando botellas de agua con una cuchara para ver que salía.

Descubrí que ella y yo eramos parte de lo mismo cuando que me senté por primera vez al piano de la vieja profesora Feliciana, en el barrio de Castelar, para empezar a aprender las notas.

Descubrí que no solo podía escucharla y sentirla, sino también crearla, los días que me rateaba al colegio de Entre Ríos y me quedaba encerrado en una de las salitas de las escuela de música, tocando el piano durante horas y horas hasta que finalmente logre aprender a componer.

Estuvo sonando de fondo el día que di mi primer beso.

Me taladró la cabeza usando la voz de Kurt Cobain el día que fumé mi primer porro.

Fue y es, la mejor compañía para mi soledad.

Me ayudó a salir de pozos depresivos en los momentos mas difíciles de mi vida.

Me ha traído inmensas alegrías, y las realzó.

Tiene la capacidad de calmarme cuando estoy de mal humor.

Ha tenido la capacidad de conmoverme hasta las lágrimas, y eso en mi, es una proeza.

Ha logrado que se cruce mi destino con amistades entrañables.

Ha sido la causa de mis emociones mas fuertes.

Es omnipresente, no hay lugar donde no este. En el tic tac del reloj, en el viento, en el trueno, en las bocinas de los autos, en el latir del corazón.

Si no la escucho, la imagino. Tiene el poder de hipnotizarme, es la forma de magia mas fuerte que existe.

Es el principio y el final, mi noche y mi día.

No hay vida sin su existencia, porque creo que ella es una manifestación de la vida.

¿Por qué? Porque vive en mí, como dice dice el tema que puse acá abajo para que escuches. Se llama "Siempre Una Canción" y la compuse hace algunos años junto a mi amiga Julieta Milea. Después hice un acompañamiento muy sencillo en el teclado y la grabé con su voz, que es muy bonita, por cierto. Me podes escuchar ahí atrás cantando los coros.
Es algo simple y chiquito, como yo.

Ojala te guste.

siempre una cancion.mp3 - Julieta Milea y Marcelo Andino

Para escuchar, tenés que hacer click en el triangulito que tiene forma de "play". ¡Visitá el sitio web de Julieta Milea

viernes, 8 de agosto de 2008

El Fin De Anyulina

No se bien que edad tenía la primera vez que vi un muerto, pero creo que entre seis y siete años.
Como te conté en Inexperiencias Traumáticas: “Al Doctor”, yo jugaba cuando era chico con mi amiguita Marcela, que vivía al lado de mi casa. La familia de Marcela era bastante numerosa. Era una familia descendiente de italianos, que vivía toda junta (haciendo honor a la tradición) en un mismo predio que contenía tres casas.
La casa mas vieja- y la inauguradora del complejo- era una casa antigua y grande que estaba al frente (Parecida a la de China Zorrilla y Juan Manuel Tenuta en “Esperando La Carroza”). A la izquierda de esta casa había un espacio verde bastante grande (o para mi que era tan chiquito en esa época, lo era), que tenía una huerta, un par de hamacas y dos o tres árboles de frutas. Hacia el fondo había otras dos casas simples, chicas y mas feas, enfrentadas entre si. Marcela vivía con sus padres y hermana en una de esas casas y en la otra vivía su prima Miriam (la que quiso darme una precoz introducción a la anatomía femenina, como ya conté en “Al Doctor”) con sus padres, su hermana y su cuñado.
En la casa principal, vivía la bisabuela de Marcela. La que roncaba. La dueña de todo. La abuela Anyulina.
La abuela Anyulina era una viejita de mierda, tan vieja que sospecho que fue la fundadora del continente Europeo. Como llegué al tiempo de descuento que le quedaba en este mundo, lo único que se de Anyulina es que era una vieja de mierda, no mucho mas.
Me acuerdo que usaba siempre ropa negra, se vestía como las tanas inmigrantes y usaba un pañuelo en la cabeza a lo Eve de Bonafini. La cara era una pasa de uva y su piel colgaba de ella igual que la nata cuando la sacás del café con leche.
Ayulina intentaba caminar con un bastón y estaba toda tomada por la enfermedad. No se que enfermedad tenía, pero creo que vejez extrema, ya que su casa olía al “mas allá” y cerca de la cama tenía cajas y cajas de remedios que se tomaba para prolongar su despedida del planeta.
Cuando Marcela y yo jugábamos, nos gustaba aprovecharnos de su estado pseudo paralitico y la molestábamos, le sacabamos la lengua y le tocábamos el pañuelo que envolvía su blanca cabellera. Anyulina maldecía sus 15.347 años y su carencia de fuerzas para cagarnos a palos, entonces desde su silla desvencijada, solamente atinaba a revolear el bastón por el aire y a decir: “Pero... pero... nene... ah... eh... nena... pero”. Nos cagábamos de risa de la vieja decrepita y jugabamos a eso una y otra vez, hasta que algún otro adulto nos ahuyentaba.
Como es natural en estos casos, llegó un día en el que ni todos los remedios del mundo pudieron tirarle una soga, y la abuela Anyulina se fue a mostrarle su colgante piel a los angelitos. Finalmente estiró la pata.
Todo el barrio estaba conmocionado porque había un velorio al que asistir, y yo estaba como loco porque iba a ver un muerto por primera vez. Desde la puerta de mi casa veía como la gente llegaba a darle el pésame a las hijas de Anyulina. Todavía no me animaba a entrar. Sabía que adentro iba a estar la muerta, pero me daba nervios y Marcela estaba con sus familiares. Espere pacientemente a que mi mamá llegara de trabajar y entre con ella.

Al poner un pie en esa casa lo percibí instantáneamente y se me erizó la piel. El olor. Que desagradable. Que aroma tan diferente a todos los que había olido en mis pocos años. Era olor a podrido mezclado con olor a perfume floral, a su vez mezclado con aliento de gente. Todos los velorios huelen así, pero eso lo se ahora. En ese momento se lo atribuía solo a la descomposición de Anyulina, y el pensar que la muerta se me estaba metiendo en el cuerpo mediante las fosas nasales, me daba escalofríos.
Seguí caminando de la mano de mi mamá y vi gente llorando por los pasillos, viejas rezando con rosario en mano, coronas con flores en letras doradas que decían “Tus Amigas”, “Tus bisnietas”, “Tus hijas”, “Tus vecinos Pocho y Amparo”, y al final de pasillo, presentada por una enorme corona con la inscripción “Tu Marido”, se encontraba la razón de la reunión. El cuerpo de Anyulina adentro de un ataúd.
Por un momento sentí un leve mareo. La miré a mi mamá sin saber bien que hacer y ella, con mucha seriedad, me hizo un ademán para que me acerque al ataúd. Dando pasos cortos y lentos llegue hasta un costado del cajón. Anyulina estaba adentro envuelta en una mortaja de tela blanca, solamente se asomaban su cara y sus manos. No se me había ocurrido como podría verse una persona muerta hasta ese momento, pero no pensé que así. Era algo sacado de una película de terror, y si bien era claro que estaba totalmente muerta, tenía la sensación de que en cualquier momento se iba a levantar como ejectada por un resorte. Su cara tenía un tinte verdoso, y representaba perfectamente el mal olor que invadía la casa. Cada parte de ese féretro quedó grabado en mis retinas, desde la cara verdosa, pasando por el mar de tela blanca, hasta culminar en sus manos. Esas manos que días atrás supieran alzar un bastón por los aires para ahuyentar mocosos revoltosos, yacían ahora inertes, demacradas, con los dedos entrecruzados y sosteniendo un rosario. Todo esto era muy impresionante y me llenaba de miedo, pero a la vez me daba un cierto deleite. Al observar boquiabierto el espectáculo Stephen-Kingesco que ofrecía el cuerpo de Anyulina, recuerdo haber reflexionado que se veía mucho mejor muerta que viva.
Lita- la menor de sus hijas, y la que presumo mas ansías tenía de ver a su madre en donde se encontraba ahora- se lamentaba entre lagrimas de cocodrilo “Pobrecita. Parece que duerme. Mi mamita parece que duerme”.
¿Mi mamita? ¿Mi mamita a esa vieja? Lo que quedaba de Anyulina no parecía la mamita de nadie. Asi no era una mamita. Mi mamá era una mamita. La mamá de Marcela era una mamita. Incluso la madre de la incandescente Miriam era una mamita. Esa cosa metida adentro de un cajón no parecía merecer ese apodo. La difunta Anyulina, adornada con la mortaja blanca y la puntilla alrededor de su cara verdosa, se parecía mas a un maniquí de un cotillón de disfraces que a una madre.

Mas tarde, sentados con Marcela en la puerta de la casa, en silencio, escuchabamos los rezos y los ave-maría-madre-de-Dios que venían desde la ventana. En ese momento no lo dijimos, pero a los dos nos aterraba la idea de saber que esa noche íbamos a dormir a pocos metros de la cosa verde que estaba adentro. Esa noche tuve pesadillas en las que Anyulina me perseguía con su bastón y me alcanzaba. Una vez bajo su poder, se incorporaba venciendo su joroba y despedía una carcajada como Skeletor y me daba andanada de palos, desquitándose por cada una de las veces que me quiso pegar y las fuerzas no la acompañaron.
Por un largo tiempo, después del velatorio y del entierro, seguíamos hablando de eso. No se nos ocurría ni en broma entrar a la casa de la abuela Anyulina. Siempre la esquivábamos, jugábamos en el parque pero ni siquiera nos acercábamos a la puerta.
No había pasado un mes de la desaparición de Anyulina, que sus hijas estaban arrancándose los pelos y dientes ente ellas, disputándose la herencia. La principal interesada en el beneficio económico resultó ser Lita (“Pobrecita. Parece que duerme. Mi mamita parece que duerme”). Lograron vender el terreno en donde estaba la casa de Anyulina y el parque donde jugábamos de niños en menos de tres días. A la semana siguiente, Lita disfrutaba de la vida, tirada en su reposera y mirando su flamante televisor color Aurora Grundig. Seguramente muy feliz de que su mamita no estaba dormida, sino muertita.

No puedo evitar recordar ese primer velorio cada vez que veo un coche fúnebre pasar por alguna calle, o cada vez que tengo la triste tarea de asistir a algún entierro. Instintivamente, cuando me veo en una situación mortuoria como estas, miro hacia los costados, aterrado de algún día ver a Anyulina apoyada en su bastón, esperándome para que la acompañe.


lunes, 4 de agosto de 2008

Inexperiencias Traumáticas: "Tan Suavecito..."

Mientras era miembro de la comunidad adventista, siempre fui la oveja negra del rebaño y era claro que no pertenecía. No tenía amigos y creo que a nadie le caía demasiado bien. Por eso cuando en el año 1991 se unieron a la congregación Francisco y su mujer Roxana (nombres falsos que inventé para que no haya discordia), la vida se me alegró.
Eran gente muy simpática y abierta, recientemente conversos a la fe.

Mi primer encuentro con Francisco Jimenez fue una tarde que me escuchó tocar el piano. Estaba componiendo una canción que era un poco melancólica y se acercó a conversar. El era fanático de las comedias musicales, Barry Manilow, Barbra Streisand y toda la música melosa y romántica que existiera, entonces se sintió instantaneamente atraído por mi habilidad musical.
Entre los adventistas yo estaba acostumbrado a tocar y escuchar solamente musica religiosa o clásica, ya que para ellos, otros estilos musicales son satanicos, entonces el que el me hiciera conocer otros generos, fue una bocanada de aire fresco. Naturalmente, pese a nuestra enorme diferencia de edad, entablamos una relación de compinches muy estrecha.
Francisco después me presentó a Roxanna, y también nos caimos bien mutuamente. Empezé a ir a la casa de ellos después de la iglesia y muchas veces que iba al centro me quedaba a almorzar o a cenar, y charlabamos. Yo estaba viviendo un momento de transición importante porque había vuelto de vivir dos años en un colegio internado adventista en Entre Ríos, donde la vida era religiosa casi 100 %, y ahora vivía nuevamente en Buenos Aires y asisitía a un colegio “mundano”, donde me mostraban otra realidad totalmente diferente. Necesitaba tener alguien que me entendiera, ya que me sentía un extraño en todos los ámbitos. La única persona que en ese momento podía llenar ese lugar, era Francisco.
Hablabamos de todo. El me contó un montón de cosas de su vida y me gustaba mucho contarle sobre mi y sobre mis inquietudes. El decía que veía un montón de el en mi, y que lo hacía acordar a cuando el era adolescente. Era un gran admirador de mi talento y se podía pasar horas escuchandome tocar el teclado cuando iba a su casa. Podría decirse que de alguna manera pasó a desempeñar un rol paterno del cual yo era carente.

Una noche que fui a cenar a la casa de ellos, después de un programa especial que había en la iglesia, Roxanna me preguntó si me quería quedar a dormir. Era tarde y hacía mucho frío, asi que acepté. Me armaron una cama en el sillón del living y esa noche con Francisco nos quedamos viendo videos viejos que el tenía y charlando hasta altas horas de la noche.
En ese edificio, recuerdo que había losa radiante, y siempre se iban de tema con la temperatura y te morías de calor. Me quede en remera y calzón tirado en el sillón, bebiendo mi limonada, mientras Francisco me contaba muy animado algo que ya no recuerdo. Era tarde y el sueño que tenía era terrible, estaba haciendo todo el esfuerzo del mundo por seguir escuchandolo, pero llegó un momento en el que mis ojos se cerraron inevitablemente.
Por un instante los entreabrí y ví que Francisco se había sentado al lado mío:
“¿Tenes sueño, Marce?”
“Si, no puedo mas”, dije casi desvanecido. Mis ojos se cerraron nuevamente.
No se cuanto tiempo habrá pasado, pero los volví a abrir. Hubiera preferido seguir durmiendo creo. Me había dormido boca arriba con las piernas separadas y lo tenía a Francisco encima mío con su mano acariciando mis nalgas por adentro del calzoncillo. Por un momento no entendí bien que pasaba y me quede mirandolo. El me miraba sonriente, con una expresión libidinosa que nunca le había visto. En ese momento intenta meter un dedo en mi ano y murmura:
“Uh... tan suavecito... mmm... si... tan suavecito”. Y sigue mirandome con esa expresión fantasmagórica.
“¿Qué?”, pregunte casi susurrando.
“Precioso...”, dijo el en un susurro aún mas debil.
“Sacá la mano.”, dije debil pero imperativamente. El la sacó instantaneamente. Acto seguido, me levanté y me metí en el baño. Antes de cerrar la puerta escuche que Francisco me decía: “Marce, esperá”. ¡Slam!
Me sente en el inodoro asustado como si hubiera visto un fantasma. Recuerdo que una de las piernas me temblaba violentamente. Me sentía mareado, como con nauseas. No entendía que era lo que había pasado.
Era Francisco. Mi amigo, mi figura paterna. Ese mismo Francisco se estaba aprovechando de que yo estaba dormido... ¿para tocarme? No lo podía entender. ¿Como era posible? Yo tenía 16 años y el era un viejo de 34, y además estaba casado con Roxanna. O sea que todo este tiempo todos esos elogios, todas esas conversaciones, todas las cenas y confesiones, todo eso de su personalidad que el decía ver en mi, ¿habían sido solo excusas para terminar amasandome los gluteos... o lo que siguiera después? Nada tenía sentido, era demasiado básico. Pero por mas que lo pensaba y lo pensaba, no parecía existir otra explicación.
Seguía sentado en el inodoro viendo como mi pierna temblaba como si tuviera parkinson, cuando escucho que una puerta se abre y Roxanna pregunta: “¿Que pasó, Francisco? ¿Qué fue ese golpe?”. No podía escuchar lo que decía el porque hablaba demasiado bajo. “Bueno, vení a la pieza un segundo que tengo que decirte algo”. Espere a que los dos se hubieran ido y salí del baño. Me tape con la sabana y trate de dormir. Un rato mas tarde escuche que Francisco entraba al living nuevamente, caminando muy despacito:
“¿Marce? ¿Dormis?”
“Estoy tratando”, conteste seco
“¿Te puedo hablar un momento, por favor?”
“Ahora no Fran. Mañana. Sino no me duermo mas”
“Es que Marce, me siento muy mal, necesito hablarte”
“Bueno, yo también me siento mal. Pero ya está. Ahora quiero dormir.”

Al otro día mientras desayunabamos, Francisco intentó explicarme que no entendió lo que le pasó. Que me vió ahi tan chiquito y frágil que por un instante no pensó y se le confundieron las cosas. Que el solo quería cuidarme. Que solamente fue algo que ya pasó y todo podía volver a ser como antes. Yo le dije que nada podía ser como antes. Yo ya no podía creerle las cosas que me decía y las explicaciones que me estaba dando me sonaban a excusas baratas para salir del paso. El se puso a llorar y me contó sus problemas con Roxanna, todo lo que yo significaba para el, etc. Yo le dije que no podía lograr creerle nada de lo que me decía. Por último, resignado, me preguntó si podía ser discreto con lo que había pasado. Yo me quedé pensando un momento y le dije: “Estas cosas las puedo manejar solo. No necesito andar chillando por ahi.”
Durante un tiempo no hable con Francisco, me era imposible poder comunicarme. Mas adelante hablamos un par de veces, pero lo que teníamos se había quebrado y cuando renuncié a la fe adventista, no volví a verlo nunca mas.
Creo que esa experiencia a mis 16 años fue el fin de mi inocencia. El principio de quién soy hoy. Francisco con su acción se llevó de mi varias cosas que nunca volvieron.
Nunca supe que fue lo que le dijo Roxanna en la pieza a Francisco mientras yo estaba encerrado en el baño, pero tengo la sospecha de que ella sabía muy bien las andanzas de su marido.
Muchos años después, cuando ya había pasado mis 27, conocí a un chico de unos 17 años que empezó a trabajar conmigo en un espectáculo. Le gustaba el jazz cantado igual que a mi, entonces hablabamos de grupos y cantantes muy seguido. Un día viene con varios cds y me los hace escuchar en el disc man, eran unos cds de Dinah Washington que tenían demos raros y sesiones de ensayo. Le pregunte donde había conseguido esas joyas. Se los había grabado un señor medio viejo que había ido a ver un show en el que el bailaba, era un tipo re capo que tenía todos los cds del mundo.
Una sensación demasiado familiar...
¿Como era su nombre? “¡Francisco Jimenez!”, respondió el chico.

sábado, 2 de agosto de 2008

Odio Las Drogas Pero Ellas Me Aman 3: Ketamina

Para leer la primer parte de esta serie, hacé click acá.
Segunda parte, hace click acá.

INTRODUCCIÓN

No sabía bien de que droga hablarte después de haber hablado de nuestra querida y frecuentada Marihuana. Como tenía ganas de guardarme un par de cosas para mas adelante, en esta oportunidad te voy a hablar de la Ketamina. Si sos una persona sana (y no sos médico) probablemente jamas la hayas escuchado nombrar. Yo, como no soy medico y tampoco soy sano, no solo que la escuche nombrar sino que en un par de oportunidades la consumí. Lo admito.

La Ketamina es una droga de complemento. ¿A que me refiero con esto? La mayoría de los drogones la consumen para complementar alguna otra cosa con la que ya se dieron. Puede ser que alguien se reuna en una casa, o se vaya a bailar, y consuma solamente Ketamina; pero no es lo habitual.
En estos últimos años, la Ketamina pasó a formar parte de uno de los tantos accesorios de fiestas electrónicas. Muchos consumidores de Éxtasis usan la Ketamina para realzar el efecto del MDMA (Éxtasis) cuando este se está disipando, o para confrontar el bajón que les da que el Éxtasis se este disipando, para lo cual también recurren a la Ketamina. Vale aclarar que esto es algo que hacen algunos consumidores de Éxtasis, no todos; y estoy hablando principalmente de los mas reventados (Disculpen si los ofendo, mis queridos drogoncitos, pero cuanto antes acepten que están hechos mierda, mas fácil va a ser que dejen de estarlo)

¿QUE ES?

Seguramente te estarás preguntando ¿Qué es la Ketamina? Bueno la Ketamina es un anestésico para caballos. Exactamente, caballos y otros animales. La Ketamina produce un efecto disociativo. Hay gente que dice que se sale de su cuerpo, otros dicen que sienten cada parte del cuerpo por separado, otros dicen que no entienden nada de nada. La Ketamina es una droga para administrar en dosis muy pequeñas, porque al igual que con otras drogas como la cocaína, le das de mas y podes terminar charlando con Victor Sueiro.

COMO CONSEGUIRLA

La Ketamina se puede conseguir de las manos de algún dealer amigo en su forma pura, esto quiere decir, en un frasco que contiene el liquido, o también se puede conseguir ya preparada y lista para ser consumida, esto quiere decir, adentro de un papelito hecha polvo. Los papelitos los podes conseguir en cualquier lugar de música electronica. Siempre va a haber pibes que van a pasar por al lado tuyo y te van a decir: "Eh, amigo, tengo Keta. Diez peso el papel lo que vale". Parece que hay un método Utilisima para hacer tu propia Keta que es vertiendo el liquido en un bols de plástico y de ahí al microondas. Pero no tome el curso, así que no sabría explicarte.
La realidad es que la Ketamina puede ser un poco flashera pero es una mierda, y te recomiendo mantenerte alejado de ella, sobre todo si sos una persona que no sabe medirse y que no tiene autocontrol (como yo).

WILD ON EN ESPAÑA

Tuve algunas experiencias con la Ketamina, pero la primera (y sin duda la peor) fue en Barcelona, España. Había salido a sacudir la noche gallega con mi gran amigo Rodrigo. Dimos nuestro cuerpo y alma sobre ese dance floor, pero Rodrigo se tenía que ir a dormir porque al otro día trabajaba. Yo estaba de vacaciones así que le dije “Anda que yo voy a seguir haciendo mi propio Wild On”.
Muchas veces suelo ir de joda yo solo porque me gusta conocer gente y hablar con extraños. ¡Quiero algo significativo de la gente y su cultura!

Esa noche, un chico que me calentaba bastante la parrillada, terminó bailando conmigo cheek to cheek. Estaba con un amigo, que era mas lindo que el incluso, pero hetero (nadie es perfecto). Me costaba mucho entenderme con ellos porque eran Italianos y no hablaban ningún otro idioma. Pude deducir que estaban juntos en un hotel por Barceloneta (ahí al lado del puerto) y que compartían la misma cama. Eso quería decir que si tenía la ilusión de jugar a ser el novio del tanito, me la podía ir sacando de la cabeza. El tano zarpado este, entre dulces besos y caricias, me dio a entender que ir a un hotel no era necesario porque me quería coger en la calle, a la vuelta de la disco. Yo me cague de risa y le dije “Ni en pedo, tano”.
Me entendió. Su amigo que era un poco mas conciliador dijo que ya fue, que nos fuéramos para el hotel los tres y que sea lo que Dios quiera. En realidad no se lo que dijo, pero si se que termine en un taxi yéndome al hotel con los dos tanos.

UN CIERTO HOTEL EN BARCELONETA

Una vez en la pieza, tratamos de hablar un poco pero era al pedo porque nadie entendía nada. Así que nos relajamos, nos tomamos unos whiskola y prendimos un porro. El amigo hetero se tiró en la cama a ver tele. El otro tano y yo, también nos tiramos en la cama al lado de el, pero a ver nuestro propio auto porno. El hetero ni se mosqueaba, nada lo podía sacar de MTV, ni siquiera el hecho de que nos tenía a su amigo y a mi en culo, yaciendo a su lado, con las pollas erguidas como mástiles.
De repente, mi tano dijo que se quería duchar y me dejó a mi ahí tirado en la cama, totalmente desnudo, con el glande lleno de promesas y al lado de su amigo que estaba re bueno(y que podría jurar que mientras miraba MTV se acariciaba el ganso). Esto era demasiado bizarro, así que me levante y me puse la toalla.
Cuando mi amante salió de bañarse, intercambió con su amigo palabras en italiano y después me preguntó si quería Ketamina. Yo había escuchado hablar de la Ketamina y había visto gente consumirla, pero no la había probado hasta ese entonces. Ahora estaba en Europa de vacaciones, haciendo mi propio Wild On. ¡Obvio que iba a probar! ¡Mamá Cora! ¡¿Qué duda cabe?!
Mi inexperiencia con esta droga hizo que yo confiara en mis desvirgadores mas de lo que debía. Mi tano sacó un paquetito con un polvo blanco y armó seis lineas de Keta iguales a las lineas de cocaína. Primero tomó el... snif snif, luego su amigo (que seguía tocándose el bulto) snif snif y después yo... snif snif.
Luego los dos tanos se tiraron en la cama y seguían charlando en su idioma. Yo me prendí un pucho y me puse a mirar por la ventana.

LA EXPERIENCIA CONCRETA

La cosa fue muy lenta.
Unos diez minutos mas tarde siento como una sustancia amarga se desliza por mi esófago. Se me cae el cigarrillo por la ventana, pero me doy cuenta una vez que veo la brasa naranja chisporrotear y caer al vacío. Sequedad. Necesito tomar algo. Trato de darme vuelta. ¡Uy, cuanto que tardé en girar la cabeza! Una vez que la giro veo el resto de la habitación. Este lugar es familiar, es como del barrio. Me parece que vengo acá siempre. Esos dos que están tirados ahí, los conozco. Son del barrio también. ¿De qué barrio? ¿De donde los saqué? Hablan en argento y no puedo entender que carajo dicen. Son argentos, tienen cara de argentos. Pero pará... yo estoy en España. ¿Entonces?
“Che boludo, no entiendo lo que dicen”. Los dos tipos me miran y se ríen. “Dale, boludo, dejen de decir palabras raras. No les entiendo nada.” Me miran de vuelta y se ríen mas fuerte. Ah, no claro. No son argentos. Son los tanos que conocí en el boliche. ¿Pero porque me parece que los conozco? Uh la puta madre, es como todo muy raro lo que está pasando. Está todo bien pero a la vez no entiendo nada, me escucho hablar y me parece que no soy yo. Me da sensación de que estoy tardando mucho en pensar todo.
¡Un espejo! Ahí estoy yo. Que raro que me veo. ¡Estoy en bolas! ¡Qué vergüenza! Ah no, todo bien, somos todos varones. ¿Con cual de los dos iba a coger yo? Ah si, con el grandote. Tiene la boca media torcida ahora. Hace caras raras. Uy me da miedo, ahora ya no quiero me parece. Bueno, por ahí un ratito si.
Me muevo y todo se siente muy raro, demasiado raro. Es como si el aire fuera espeso. ¡Puta que lo parió, me quiero mover normal! “Che boludo, concha del pato, ¿que carajo me dieron?”.
El tano quiere que vaya para la cama. Se toca el pecho. Lindo pecho tiene. Me hace seña para que vaya con el. ¿Pero como llego? Hace 5 minutos que estoy tratando de dar dos pasos. Me parece que esa mierda que me dieron era muy fuerte, o no se. ¿De qué hablaba?
Ahora estoy al lado del tano. Mmm... que lindos besos. Uh...que bueno, medio raro igual, pero que bueno... ¿y el amigo? Ahí está. ¿Qué hace? Juega al tetris. ¿Juega al tetris mientras nosotros estamos casi cogiendo al lado de el? Esto debe ser una cosa europea.
Uy tengo calor, mucho. Estoy agitado. ¡Me canse de jugar a esto, me quiero bajar! La calefacción está muy fuerte o no se. Esta sensación parece que se va a quedar para siempre. El tano se siente mal. Se acaba de parar y se fue blandiendo el pene erecto hacia el baño con cara de enfermo. ¡Uy que portazo que dio! me asustó. No entiendo nada y esta mierda no para.
¡Ah, Dios! El tano vomitó. Se sintió el sonido del caldo cayendo en el piso. Ahi salió, peor de lo que estaba antes. No me puedo mover, si me muevo se me acalambra todo el cuerpo. Esta encima mio. Me quiere besar. Tiene aliento a bacalao. ¡Me muero del asco!
¿A donde me lleva? Ahora estoy en el baño y sin toalla, lo tengo a el enfrente mio dándome besos en la panza y se sienten como latigazos. ¡Basta! Me agarró ahora. “Pará tano, me siento mal, me parece que tenemos que abortar la misión, boludo” Cierto que este no entiende un carajo. Me mira con cara de Trainspotting. “Lo quiero”, me dice mientras me agarra el culo con las dos manos. Me quiere dar vuelta. Pero ¿que mierda pasó con los modales de la gente? “¡Pará la puta madre, te dije que no quiero!”. Esto es surrealista. Ahi sale del baño el tano todo drogado y con cara de ojete, murmurando alguna puteada en italiano, sin duda. Necesito estar un momento mas acá. No se si quiero vomitar o que, pero este estado es horrible y quiero que se vaya.
Ahora estoy un poco mas tranquilo. Que silencio que hay, ¿se habrán muerto estos dos? Voy a fijarme que onda. Están durmiendo. ¿Y ahora? “Marcello, veni cui”, dice el hetero con los ojos entreabiertos señalandome al hueco que han dejado entre los dos para que yo me acueste.
Ah bien, esto si que va a ser interesante. Me están haciendo entre los dos un sanguchito divino. Si no me sintiera tan para el orto esto tendría que ser la gloria. Uy que lindo acostarse. Uy la cabeza como me duele. Uy... power off...

CONCLUSIÓN

Cuando desperté de esa pesadilla estaba aplastado entre dos cuerpos transpirados y me dolía mucho la cabeza todavía. Los dos hombres tenían su pene erecto apoyado contra mi serhumanidad. No pude evitar pensar lo injusta que era la vida y como aveces las cosas llegan en el momento en que ya no son útiles. Tratando de no despertarlos, me levante de la cama y busque mi celular. Esa habitación era un desastre, parecía un aguantadero de heroinomanos. Cuando consigo conmunicarme con Rodrigo y le comento la hazaña me dice “Sos un pelotudo, la keta no se toma así”, yo le conteste “Bueno me lo hubieras dicho antes, tarado”. Cagandose de risa me dice “Y ahora estás desaliñada, drogada y barada en Barceloneta mi vida. Que Dios te ayude”. Tenía razón, cuando me vi en el espejo parecía que me habían atacado unas hienas.
Sin hacer ruido me vestí, me calce los anteojos de sol y salí de la habitación. Mientras caminaba por Barceloneta hecho un muerto en vida, no dejaba de repetirme “Nunca mas, nunca mas, nunca mas”. Hay un tema de Madonna que se llama “Bad Girl”, que es el tema que me gusta tararear cuando vuelvo hecho mierda de algún lado, que dice en su estribillo “Chica mala, borracha a las seis, besando los labios de un extraño. Fume demasiados cigarrillos hoy, no soy feliz cuando actuo de esta manera”. Siempre que cometo una noche de excesos canto este tema. Hasta el momento en que la resaca se me va, y me vuelvo a vestir para salir a descontrolar.

No me arrepiento sin embargo, de todas las experiencias se aprende algo.
Si no querés terminar como yo en Barceloneta, alejate de la Keta.